Ámame║Gojo Satoru

Capítulo XVI

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Te amaré hasta que la última estrella se apague, y aún en la oscuridad del universo, mi amor persistirá.
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—T/N Ellen Carson Guerrero—murmuró la mujer de ojos verdes, caminando por la sala con el teléfono en su oído—. ¡Más vale que cojas el pinche teléfono, porque te juro que cuando llegues te voy a cagar a palo!

La sala estaba iluminada por la luz de la bombilla que arrojaba sombras inquietantes sobre las paredes decoradas con fotos familiares y diplomas enmarcados. El aroma del arroz con leche recién hecho impregnaba el aire, mezclándose con el olor a jabón de la cocina cercana. La familia estaba reunida, sentada en un sofá desgastado que había visto mejores días, donde los cojines estaban desiguales y un par de mantas estaban arrugadas en un rincón.

Habían pasado horas desde que Ellen debía llegar, y la preocupación crecía; algunos pensaban que se había ido con su novio, pero ninguno tenía el número de Satoru.

—Debe estar dando la cuca a su novio —analizó Iker, con un plato lleno de arroz con leche— como la prima Adriana, que creíamos secuestrada, y terminó tres días con el novio para que le dieran como cajón que no cierra. ¡Dios, el pedo que se le va a formar a la pobre de T/N!

La abuela, sentada en su sillón de mimbre con un cojín de flores marchitas, estaba absorta en su telenovela “Huracán”, escuchando todo sin perder detalle.

—Bueno, valdrá la pena; tremendo rifle tendrá ese hombre, no como tú, mijo, que tienes una pistolita que apenas se ve.

Iker abrió los ojos, ahogándose con el arroz con leche que él mismo preparó.

—¡Pequeño Iker es un rifle de guerra, anciana! Además, ¿tú cómo sabes de qué tamaño es mi…?

Sofía se sobó la nuca, cansada de la discusión de esos idiotas. Ella conocía a T/N y sabía que su hija jamás se iría sin avisar.

—¡Cállense escorias inmundas del infierno! ¡No ven que estoy intentando llamar a mi hija! Así que cierran la puta boca antes de que me ponga arrecha.

Iker y la abuela se quedaron callados, asustados. El hombre siguió comiendo su arroz con leche hasta que un mensaje llegó a su teléfono.

T/N: Iker, ven por mí, tengo mucho miedo.

De inmediato, el hermano mayor se levantó. No le importó que aún estuviera usando su uniforme de bombero; su hermana menor lo necesitaba. Por suerte, T/N le había enviado su ubicación antes de buscar las llaves del auto. La atmósfera en la sala cambió drásticamente; el aire se volvió denso y cargado de tensión mientras Iker corría hacia la puerta, dejando atrás las risas y las bromas.

En cada estrella del cielo encuentro un reflejo de tu amor, brillante y eterno, como la luz que ilumina mi vida en las noches más oscuras.

El dolor de cabeza era intenso, como un estruendo que resonaba en su mente. Sus ojos pesaban, y su garganta ardía, como si cada respiración fuera un esfuerzo monumental. Con dificultad, T/N se dio cuenta de que no estaba en su habitación, sino en un lugar completamente desconocido. Arrugó su pequeña nariz con confusión al intentar recordar cómo había llegado allí. La habitación era sombría, con paredes de un gris desgastado que parecían absorber la luz tenue que se filtraba a través de las cortinas. El aire estaba impregnado de un ligero olor a humedad y desorden, reflejando su propio estado mental caótico.