Capítulo XI.

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En el vasto tejido del universo, nuestros corazones están entrelazados por un hilo rojo, un lazo eterno que nos guía hacia el amor verdadero.
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Satoru había dedicado horas a comprender el enigmático hilo rojo del destino, un lazo invisible que conectaba a las almas destinadas a encontrarse. Era un fenómeno extraordinario, y él había llegado a ver cómo ese hilo se entrelaza delicadamente alrededor de su dedo meñique, como un susurro del universo. Lo fascinante era que su color cambiaba, reflejando las emociones de la persona a la que estaba vinculado: el rojo ardiente simbolizaba la pasión y el amor; el azul, la alegría; el morado, el enojo; y el dorado, un destello especial que indicaba que ella lo pensaba.

En ese momento, su hilo resplandecía con un dorado intenso, una luz cálida que llenó su corazón de esperanza y emoción. Un suspiro se escapó de sus labios mientras buscaba su teléfono, deseando ver su fondo de pantalla. La imagen lo hizo sonreír: ambos hacían muecas divertidas, capturando una chispa de felicidad compartida. Con suavidad, pasó su dedo por el rostro de la chica en la pantalla, como si pudiera sentir su risa y su esencia a través del cristal. No podía evitarlo; ella lo había atrapado en un hechizo irresistible, como si fuera una bruja encantadora que había tejido su magia en cada rincón de su ser.

Cada pensamiento sobre ella era un eco dulce en su mente, una melodía que resonaba con fuerza en su corazón. Satoru sabía que aquel hilo dorado no solo era un símbolo de conexión; era un recordatorio constante de que la magia del amor podía transformar lo cotidiano en algo extraordinario.

Un escalofrío recorrió la espalda de Satoru Gojo cuando sintió el abrazo inesperado de una mujer, sus pechos presionando contra él con una familiaridad que lo hizo fruncir el ceño. ¡Joder! Era su castigo por ser condenadamente hermoso. La noche estaba iluminada por luces de neón parpadeantes, y el aire estaba impregnado de risas y música, pero él solo quería escapar de esa situación.

—Hola, guapo, ¿quieres divertirte esta noche? —susurró ella, su voz seductora y desafiante, mientras se acurrucaba más cerca.

Satoru giró la cabeza lentamente, sus ojos azules brillando con un aire de desprecio juguetón. Con una sonrisa burlona que desafiaba cualquier intento de seducción, respondió:

—¡Atrás, gata, rompe hogares! Aunque no lo creas, soy un hombre fiel.

La mujer lo miró con sorpresa y furia, como si no pudiera creer que él no cayera en su trampa. Él la evaluó con una mirada crítica; era indudablemente hermosa, probablemente en sus 27 años, con curvas que habrían hecho girar la cabeza a cualquier hombre. Pero su belleza no era suficiente para eclipsar a “su estrella”, la única que realmente le importaba. Satoru negó con la cabeza, chasqueando la lengua en señal de desaprobación.

—Ya no hay decencia en estos días —murmuró, metiendo las manos en los bolsillos traseros de sus pantalones ajustados. Con un gesto despreocupado y arrogante, continuó: —Hazme un favor, linda: desaparece de mi vista y busca a otro idiota a quien sacarle dinero.

La mujer frunció el ceño y se preparó para lanzar un ataque verbal o físico. Pero él simplemente le hizo una mueca chistosa, disfrutando del momento. En un instante de locura, casi fue golpeado por un bolso lanzado por sus amigas que acudieron al rescate. El caos a su alrededor era casi cómico; mujeres gritando mientras él se mantenía firme como un muro.

Tal vez en otro momento habría disfrutado de ser perseguido por mujeres hermosas, pero ya no era así; él ya tenía dueña. 

—Déjame, darte un consejo, ve a buscarte un sugar daddy porque… —gritó lo suficientemente alto para que ella escuchara—. Hoy eres linda, pero te estás convirtiendo en una vieja y pronto se te arrugará la pasa y ningún hombre querrá…

Ámame║Gojo SatoruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora