Capítulo XIV

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El hilo rojo que nos une se tensó con el tiempo, y aunque nuestros corazones estaban destinados a encontrarse, la vida nos separó con un adiós que nunca debió ser.
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Shibuya.

Jamás imaginó que se encontraría cara a cara con la persona que más la había lastimado. Sora, con sus ojos oscuros y penetrantes, la escaneaba como si pudiera leer cada uno de sus pensamientos. La joven Latina, con el corazón acelerado y un nudo en la garganta, se abrazaba a sí misma en un intento desesperado de encontrar protección. Su piel se erizó al sentir la cercanía de él, como si una sombra conocida se cerniera sobre ella.

—Cuánto tiempo sin vernos, ¿no? —Su voz resonó en el bullicio del lugar, un eco frío que hizo que su piel se pusiera de gallina. Sin pensarlo dos veces, dio un paso atrás, buscando una salida. Pero él la había atrapado, su cuerpo bloqueando cualquier intento de escape.

¡No! ¡No quería estar allí! Un torrente de recuerdos dolorosos inundó su mente: risas que se tornaron en lágrimas, promesas rotas y noches en las que el miedo se convirtió en su único compañero. Deseaba gritar por ayuda, pero la multitud a su alrededor estaba absorta en sus propias conversaciones, ajena a su angustia. La respiración se le volvió irregular, como si el aire se hubiera vuelto denso y pesado, y sus manos comenzaron a temblar ligeramente, traicionando su miedo.

Sora alzó una ceja blanca con desdén, disfrutando del poder que tenía sobre ella. Con una sonrisa arrogante, dijo:

—Hola, preciosa.  

Cada palabra era un dardo afilado que la atravesaba, recordándole lo pequeña e impotente que se sentía ante él. En ese instante, el mundo a su alrededor se desvaneció; solo existía Sora y ella. T/N tenía una lucha interna entre el deseo de huir y la necesidad de enfrentarlo, la consumía. ¿Por qué estaba allí? ¿Por qué ahora? Su mente gritaba por respuestas y su corazón seguía latiendo desbocado.

El corazón de la joven latía con tal fuerza que parecía querer estallar de su pecho. Un nudo de ansiedad se formaba en su garganta, dificultando su respiración. Paralizada por el miedo, no podía mover un milímetro. Sora se inclinó hacia ella, acercándose tanto que su aliento cálido chocó contra su rostro.

“Eres una cobarde, T/N”, susurró, y esas palabras fueron como dagas en su corazón. Sabía que debía actuar, pero el terror la mantenía anclada, a merced de él.

—Tranquila, vengo en son de paz —dijo, alzando las manos en un gesto de falsa tranquilidad—. ¡Qué casualidad que nos encontráramos en Shibuya! 

Sus ojos oscuros la escaneaban con desdén, y ella deseó desvanecerse en el aire. 

—Parece que tus pechos crecieron —añadió con una sonrisa burlona.

La ira ardió dentro de ella; tenía frente al hombre que había jugado con sus sentimientos y la había utilizado cuando era solo una niña. Deseaba golpearlo, gritarle, pero solo permanecía inmóvil mientras la multitud pasaba a su lado, empujándola sin darse cuenta de su angustia.

—¿Qué quieres? —logró articular, haciendo un esfuerzo monumental por no vomitar. Las náuseas revolvían su estómago, y podía sentir la bilis atascada en su garganta.

—Quería mostrarte algo —dijo Sora, como si disfrutara del pánico que irradiaba de ella—. Es respecto a tu… ¿novio? ¿Qué tanto lo conoces?

Un escalofrío recorrió su espalda. ¿Le había pasado algo a Satoru? Negó con la cabeza; acababa de hablar con él y le había dicho que tenía algo importante que hacer. ¿Acaso Sora quería asustarla? Y esa pregunta la atormentaba: ¿por qué tenía el cabello blanco?

Ámame║Gojo SatoruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora