Capítulo 1

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—Todavía no entiendo porque hemos aceptado, no llegarás a nada con el deporte, morirás de hambre, debes estudiar derecho, como tu padre, hermana y yo, y así encargarte de nuestro bufete de abogados.

Mi madre había estado las 5 horas de viaje atacándome indirectamente con sus palabras y ahora que estaba frente a la residencia donde viviría por un tiempo, los ataques eran más directos.

Suspiré tratando de mantener la calma de la mejor manera posible.

—No quiero ser como vosotros.
Me fulminó con la mirada y soltó una risa sarcástica.
—Tienes un año para cumplir tu estúpido sueño, si no lo cumples volverás —su tono de voz era irritante.

Me limité a asentir, cogí mis maletas y sin despedirme empecé a subir las cortas escaleras de la residencia, mi pulso temblaba, sentía mi espalda sudorosa, los nervios se estaban haciendo mucho más presentes que hace unas horas.
Me paré justo en al puerta, giré mi cabeza dirección a mi padre quien me miraba sin ninguna expresión sin embargo mi madre me miraba con odio, deseando que me fuera mal, suspiré por milésima vez en el día, cogí aire como si me fuera a sumergir en una piscina, me arme de valor, me acerqué un poco más y las puertas se abrieron dejando paso a entrar a la residencia.

Mis ojos se posaron en la cantidad de jóvenes que habían, no ponía en duda que muchos fueran de mi edad, a mi derecha se encontraban unas largas escaleras que daban al piso de arriba, a mi izquierda se encontraba una cafetería, donde en su grande letrero se podía ver que también vendían comida rápida.

Me puse en la corta cola para registrarme, sonreí al ser consciente de que iba a cumplir mi sueño aunque el sabor amargo de tan solo tener un año me atormentaba, iba a ser difícil.
Era casi imposible llevarles la contraria a mis padres, toda mi vida he tenido que hacer los que ellos querían o sino me torturaban con insultos o incluso con la ley de hielo.

Baje mi mirada al papel que tenía en la mano "Beca para la escuela de voleibol", volví a sonreír recordando de quien me había dado esta oportunidad, mi profesor de gimnasia, Julio, él se encargó de solicitarla sin que yo me enterará y por su insistencia me habían aceptado, todo se lo debía a él.

–Siguiente –habló la mujer mayor que estaba en recepción.
–Hola, buenos días, ¿Necesita la documentación o con el nombre sirve? ​–pregunté​ bastante nerviosa, sabiendo que había sido una pregunta estúpida​.
–La documentación por favor. Asentí sacándola del bolso para acto seguido dársela. La señora tecleaba cosas en su ordenador mientras tarareaba una dulce melodía en voz baja, la analicé con la mirada sutilmente, pelo blanquecino, ojos marrones que le hacían conjunto con su jersey marrón pastel, llevaba una gafas atadas a un collar que recorría su cuello.
–Perfecto, su habitación es la 202, segunda planta, cualquier cosa que necesites puedes venir a preguntar, soy Wish, tu escuela está a unos 10 minutos en autobús, pasa a las 8:30 de la mañana, si lo pierdes te toca ir a pie, así que te recomiendo ser puntual solo espera 5 minutos.
–Muchas gracias.
Le dediqué una dulce sonrisa a modo de agradecimiento y cogí un ascensor para llegar a mi habitación, que para mi suerte o desgracia la compartiría con otra chica.

Cuando el ascensor llegó a mi planta divise la puerta de mi habitación a lo lejos​, donde se encontraban dos chicas, los nervios empezaron a aparecer de nuevo, me quedé​​ parada frente al ascensor​ mirandolas, no sabia como reaccionar cuando tuviera que pasar y presentarme, no estaba preparada, no se me daba bien socializar, ¿Y si sin querer le doy con el bolso en la cara a una de las chicas? ¿Y si se me caía la maleta en el pie de alguna? Intenté echar esos comentarios fuera de mi mente aunque no lo conseguí por mucho que respire profundamente e invente escenarios buenos en mi cabeza, volví a coger aire y me acerqué a las chicas.

–¡Hola! –saludé amistosamente dedicando una sonrisa a ambas chicas.
–¡Hola! ¿Eres mi compañera de habitación? –me preguntó la más baja, asentí algo inquieta, estaba jugando con mi anillo que se encontraba en mi dedo índice —.¡Te estaba esperando, me moría por ganas de conocerte! ¡Eres preciosa! —-habló bastante entusiasmada.
—Gracias... Yo también tenía ganas de conocerte –no ganas de "¡Quiero que seamos amigas!" sino ganas de que no fuera una asesina serial o que fuera una persona que odiaba la compañía y me hiciera estar callada siempre que estuviera en la habitación o incluso las dos opciones. Aunque claro estaba que eso no se lo iba a decir a mi pobre compañera de habitación.

Se apartó dando paso a nuestra habitación, le dediqué una sonrisa y entré, era bastante grande. Al entrar, me encontré con dos camas individuales.

Entre las dos camas, hay dos mesas de noche, cada una con su propia lámpara de lectura. Frente a cada cama, se encuentran dos escritorios independientes con sus respectivas sillas. Encima de los escritorios, hay estanterías.

A lo largo de una de las paredes, hay dos armarios empotrados

La habitación cuenta con dos ventanas que permiten la entrada de mucha luz natural, equipadas con cortinas color rosa palo.

Dejé mi equipaje​ en la cama donde no había nada, la puerta se cerró y mi compañera se acercó a mi.
–Soy Amaya —la analicé rápidamente; pelo castaño ondulado, ojos marrones y un poco más baja que yo–.Me llamo Laia, un gusto –Le dediqué una sonrisa y ella imitó mi acción –¿Qué deporte haces? –Le pregunté por su estatura.
–Voleibol –Contestó a lo que yo abrí los ojos como platos –.Sé que soy baja, pero soy líbero –Añadió ella.
–Yo también hago voleibol, jugaba de AS pero tengo mis dudas si seré la AS en este equipo.
–No lo sé, eso lo elige la entrenadora, al igual que la capitana.—Respondió ella​, lo poco que la conocía había cosas de ella que resaltaban a la perfección, como su ligero acento andaluz, su sonrisa de oreja a oreja que no había cambiado desde que la vi en el pasillo, quería conocerla más, quería confiar en ella, pero si bien yo estaba pensado genial de ella

¿Ella pensaría cosas buenas de mi?

Por desgracia o por suerte nunca tuve amistades duraderas por mi competitividad en el deporte y por lo repelente que podía llegar a ser pero gracias a ello, nadie podía criticar si hablaba mal de alguien, porque no tenía con quien hablar de eso, nunca me importó estar sola aunque una parte de mi siempre quiso estar acompañada.

Seguí hablando con Amaya, intercambiamos preguntas y en menos de una hora ya sabía bastante de ella por ejemplo; Que tenía dicecinueve años al igual que yo, que era de Baza, que amaba los animales incluso me contó que tenía un gatito llamado Ken que su pelaje era de varios colores; Blanco, naranja y negro. Casi podía decir que eramos amigas de toda la vida por todo lo que sabía de ella.

El tiempo pasó y tuvimos que bajar a cenar, bajamos a la cafetería que también vendía comida rápida y cenamos lo primero que pillamos.

Una vez en la habitación Amaya salió al balcón a hablar con sus padres, en mi caso no recibí ninguna llamada, pensé en llamar a algunos de los que viven en mi casa pero al entrar a la aplicación de mensajes, en la entrada se encontraba un mensaje de mi madre.

–No te molestes en llamarnos, no estamos interesados en apoyar a alguien que se va a morir de hambre, en el caso que quieras volver ahí si puedes llamarnos.

Miré el mensaje con rabia e impotencia, no entendían cómo podían ser así y más con su propia hija, eran crueles y egoístas, lo que estaba claro es que no iba a dejarles ganar y yo misma me iba a esforzar para llegar hasta la cima, y que vean que su hija va a triunfar, era bonita y tenía talento, todo lo que necesitaba para alcanzar mi victoria.

Nada ni nadie me iba a cortar mis alas.

Remates y corazones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora