Capítulo 10

51 2 4
                                    

Liam

–¡Chicas y chicos, en el día de hoy jugaremos en pareja! – Todos gritaron felices y Axel ya me estaba mirando con su típica mirada cómplice. –Pero las parejas serán con vuestro compañero o compañera del mismo rol pero de género opuesto –. Las caras de felicidad se desvanecieron, como no mi compañero esbozo una sonrisa mirando a Amaya.

–Entrenador, ¿No deberíamos jugar con los de nuestro equipo para practicar las técnicas? – Sugerí para intentar librarme de la pelirroja estúpida que se encontraba con las manos en la cabeza.

–No, cada uno tiene una forma diferente de jugar, así que he considerado que podríais aprender otras formas de juego para que luego no os pille de sorpresa en los partidos. No hay más que hablar, por favor ve con tu pareja asignada que no hay tiempo que perder –. A regañadientes asentí y me dirigí hacía Laia.

Ella miraba a todos lados menos a mi, parecía nerviosa. Tal vez fue por lo que pasó después de la pelea, fui muy malo con ella, ¿Pero que esperaba? Después de que su noviecito me hiciera pelear con él, que por cierto, gané yo. ¿Esperaba que fuera amable con ella? Para empezar esa chica no me agradaba; era mandona, chillona y pesada. Aunque dentro de mí una astilla molestaba a mi corazón la había visto apagada estos días, tal vez había tenido alguna discusión con Ethan pero a mí no me importaba en absoluto. ¿Entonces por qué he estado pensando en ella y en su estado?

Cuando finalmente llegué donde ella estaba solo dijo ¨¿Practicamos la forma en la que recibimos?¨ Como respuesta asentí. Fuimos a una parte de la cancha que estaba vacía, me tiró la pelota y yo la recibí de manera perfecta, ella hizo lo mismo pero con pocas ganas, aunque le había salido bien no lo hacía con la energía que siempre lo hacía, ¿Qué le pasaba?

No había que mirarla muy de cerca para darse cuenta, no se le daba bien actuar.

–¿Te lo puedes tomar en serio? –Respondí vacilón para provocarla y así que jugara con ganas pero no se inmuto, solo levantó las cejas.

–Estoy jugando en serio –. Respondió segundos después. No quise contestar, me tragué mi respuest​a y seguimos practicando.

Se notaba ausente y a veces fallaba de forma tonta, estaba preocupado pero, sus problemas no eran de mi incumbencia. ¿Entonces por qué has estado todo el entrenamiento pensando en su estado de ánimo?

Fue la hora más larga de mi vida, por primera vez no disfruté jugando. Al terminar el entreno se fue sola, pensé en seguirla pero descarté la idea cuando Axel se me acercó.

–El mejor entrenamiento de mi vida tío –. Habló él bastante feliz. Joder para no serlo, si había estado con su novia dandose besos toda la hora.

–¿Qué le pasa a la pelirroja? –Pregunté inquieto.

–¿Pero a ti no te caía mal? –. Dijó él mientras reía, lo fulminé con la mirada y salí del lugar.

No sabía a dónde iba, mis pies caminaban por sí solos, bueno si lo sabía, Estaba buscando a Laia, no me gustaba ver a las personas mal, por eso la buscaba no porque me importara su vida.

Llegué a un callejón donde a veces la veía meterse, ¿La observaba? no, pero pasaba por ahí y la veía, solo eso.

Me asomé a ver si la veía y ahí estaba, aunque no estaba sola, estaba con un chico, parecía ser Ethan, ese tío jugaba con todas y con ella no iba a ser excepción, no obstante me quedé a mirar, solo por cotilla, nada más. Estaban hablando, no lograba escuchar solo veía como él se acercaba más a ella y... La besó.

El capitán del equipo de fútbol había besado a Laia.

A mi no me importaba, pero no quería que ese infeliz la destrozara como hacía con todas, no con ella.

Aunque sentí como mi corazón empezaba a latir con fuerza y un nudo en la garganta se hizo presente. Me alejé del lugar caminando pensativo, refugiándome en mis pensamientos. ¿Por qué me había dolido si supuestamente no me llevaba bien con ella? Tal vez había desarrollado sentimientos por la pelirroja que tanto odiaba. Ver que estaba desaprovechando su tiempo estando con una persona así me molestaba, porque todos sabíamos como era Ethan, era una persona con maldad, que no le importaba nada la vida de los demás, le daba igual hacer daño a alguien con tal de tener intacto su propio ego. ¿Laia sabía todo eso? ¿Ella sabía donde se estaba metiendo? ¿Acaso yo era alguien para decirle que escapara de allí? Sería egoísta de cierto modo porque a donde quiero que huya es a mis brazos.

Estaba enfadado, mucho, pero no tenía derecho a estarlo y menos por una persona que ni siquiera me mira a los ojos cuando le hablo. Pero joder que le costará huir de ese hombre.

Cuando por fin entré a mi habitación me tumbé en la cama, no me podía sacar a Laia de la cabeza. Por suerte estaba solo, Axel todavía no había llegado, cosa que agradecí. Odiaba sentirme así de frustrado, me hacía recordar a mi primera relación cuando tenía quince años, cuando ví a mi supuesta novia besándose con otro chico o las noches en vela pensando si de verdad me quería o solo jugaba conmigo, o también cuando le perdoné la infidelidad. Era un niño todavía, pensando que si salía con la chica con problemas familiares, que siempre le era infiel a todas sus parejas y le enseñaba que alguien si podía quererla, tal vez cambiaría y aprendería a querer, a quererme.

Cuando estuve yendo a terapia por la muerte de mi hermana, la psicóloga fue muy clara conmigo, tenía complejo del salvador, no podía intentar salvar a cada persona que se me paraba enfrente y menos si ellos no querían ser salvados. Tenía razón, mucha diría yo, pero cuando deje la terapia porque la psicóloga, que por cierto se llamaba Lucía, empezó a tirarme los tejos y a manipularme, volví con la misma que había intentado salvar, su nombre era Valentina, volvimos y rompimos una infinidad de veces, hasta que el año pasado me dejó bien claro que había encontrado a otro chico que le gustaba más dejándome con el corazón hecho pedazos. Después de eso deje de tener contacto con cualquier mujer, tal vez fuí demasiado drástico y llevé la situación bastante mal, pero fue mi forma de sanar, fue mi forma de florecer.

Remates y corazones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora