Capítulo 25.

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El pasillo que recorrí tenía tapizados en las paredes con hermosos dibujos de ramas con espinas, estaban decoradas con rosas rojas en lo alto que contrastaban de manera hermosa y armónica con el tapiz blanco, dos colores que parecían entrar en sintonía en toda la mansión, como si alguien quisiera hacer siempre la comparación entre aquella dos tonalidades. Los pétalos que estaban sueltos simulando caer con delicadeza al suelo le daban un aire de libertad al estrecho pasillo, mientras mi cabeza estaba envuelta en una pelea consigo misma donde se debatía la importancia que le debía de dar a las palabras de Steve.

«Son importantes»

No quería pensar en ellas, pero no tenía opción. Mi cabeza estaba en automático trayendo las palabras una y otra vez, provocando dolor. Me empezaba a sentir mareada.

No ayudaba el hecho de que por donde quiera que pasara hubiera guardias en las puertas, estaban siempre observando en las entradas, en las ventanas, e incluso en rincones oscuros donde Steve jamás pondría un pie. Los sirvientes iban de aquí a allá arreglando las decoraciones, perfumando las flores, o solo caminando, pero siempre iban observando. Sus miradas me ponían nerviosa, porque en ellas, venía implícita las ganas que tenían de verme en la mansión. Era extraño, parecía miedo muchas veces, como si me temieran a mí, muchos otros me observaban con esperanza cosa que no sabía a qué venía destinada, y muchos otros preferían ignorar mi mirada, quizá por el color que plagaba mis ojos. Era extraño, pues en el pueblo nunca nadie me observaba así, todos se habían acostumbrado a mirarme desde pequeña y la tonalidad rojiza que los cubría ya no parecía ser algo de lo que temer. Pero ahí, o me temían, o le temían a algo que se parecía a mí.

«Inferior al apellido Borden»

«No lo mereces»

Las palabras siguieron repitiéndose un poco más en mi cabeza, la verdad en ellas parecía reírse de mí en mi subconsciente, también recordándome que era muy estúpida al no entrelazar todos los cabos que ya estaban sueltos, que eran muchos, y todos me llevaban al mismo lugar. Pero me daba terror imaginar todo aquello, sin embargo, desde el inicio, desde que la noticia llegó al pueblo de que ese hombre volvía a respirar entre nosotros, supe que regresaba por algo más.

El salón que me recibió cuando salí del pasillo tenía muchos arreglos de rosas, en esta familia al parecer las adoraban, pues estaban por todos lados, siempre decorando, siendo presentes de todos los acontecimientos de aquel apellido. ¿Qué atrocidades habrían observado? Se hallaban dispuestas en las ventanas, en los centros de las pequeñas mesas, en los floreros pegados con cemento a las paredes, y todo estaba perfumado, el ligero olor dulzón flotaba en el ambiente de manera tranquila y relajante, sin adormecer por completo mi confundido cerebro. Los rayos de la luna se colaban por los ventanales abiertos y el jardín, más allá, se hallaba iluminado por luces.

Me detuve en medio buscando alguna puerta que me condujera a la habitación en la que había despertado, pero la única puerta que había ahí, en la que había dos guardias mirándome de manera intimidante, daba a otro pasillo, me di cuenta cuando lo recorrí que al final iniciaba otro gran salón que contenía una bonita escalera en caracol. Una persona venía bajando con suma lentitud sus lustrosos escalones.

Sus llamativos zapatos negros relucieron por las lámparas de la escalera, los pasos eran pausados y seguros, por un segundo pensé que se trataba de Scolly, sin embargo, una risita resonó al tiempo que su rostro se dejaba observar. Apreté mis labios y contuve el aliento.

—¿Sorprendida? — su voz suave me produjo un escalofrío, mi cuerpo tembló levemente cuando dio un paso hacia mí, sin borrar su sonrisa— no lo estés, estoy aquí para asegurarme de que todo vaya en orden contigo.

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