Capítulo 10

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Era temprano. No sabría discernir con exactitud qué hora, pero cuando entreabrió los ojos la luz del sol apenas le molestaba, por lo que no podrían ser mucho más de las ocho de la mañana. Se removió encima del colchón, giró la cabeza a su izquierda y la sonrisa en su rostro fue automática al verla ahí, con el pelo revuelto y la sábana enredada entre las piernas. Boca abajo, veía su espalda desnuda y le habría encantado poder observar su rostro, pero Fina miraba hacia el otro lado. Se estiró como pudo, procurando no hacer mucho movimiento para no despertarla, y se acomodó de medio lado para mirarla sin prisas.

Los recuerdos de la noche anterior se le agolparon de repente, sin darle ningún tipo de aviso, y se mordió el labio sin poder evitarlo, pensando en todo lo que había pasado desde el momento en que habían puesto un pie en esa habitación. Era inútil intentar pensar si alguna vez con alguna de las personas con las que había estado había llegado a sentir algo mínimamente parecido, porque es que Fina había desbancado de un plumazo a todo lo demás a base de besos, de caricias y de gemidos.

Sintió que se movía ligeramente, y le fue irremediable llevar la mano a su espalda para acariciarla de abajo arriba, lentamente, sin ninguna prisa, con el único objetivo de sentir su piel bajo las yemas de los dedos. Tendría tiempo más adelante de ordenar todo lo que le estaba pasando y de comerse la cabeza, seguro, pero intentaba en esos instantes dejar cualquier pensamiento que planteara algún tipo de futuro a un lado. Disfrutar el presente, y de la forma en la que Fina se revolvió a su lado, seguramente porque su tacto le producía cosquillas.

La chica hizo un sonidito adorable antes de girarse hacia ella, y se le derritió el corazón en el pecho al ver cómo la miraba por apenas un segundo, y escondía media cara en la almohada mientras esbozaba una sonrisa. Es que menuda vista de buena mañana.

– Buenos días –la saludó, y llevó la mano a su pelo, para apartarle los mechones que caían por su cara.

– No me mires, que tengo que estar horrible –pidió, y ella se rio.

– Estás preciosa –la corrigió.

– Porque no te has visto tú –correspondió a la vez que se incorporaba, apoyando sobre el codo el peso de su cabeza, y se inclinó hacia ella para darle un suave beso en los labios–. Buenos días, Marta.

– ¿Has descansado bien? –le preguntó mientras sentía la mano de la chica posarse en su mejilla y acariciarla lentamente. Desde esa posición privilegiada, a tan solo unos centímetros, Fina era lo más bonito que había visto en su vida.

– ¿Tú qué crees? –respondió con voz juguetona, arrancándole una sonrisa– He dormido muy bien, y he tenido mejor despertar.

– ¿Sí? –inquirió en el mismo tono, y se acercó aún más a ella mientras escuchaba su murmullo afirmativo– Yo creo que puedes tener mejor despertar todavía.

– ¿Tú crees? –y su vista estaba fija en sus labios, lo que le hizo acrecentar las ganas con las que se había despertado.

– Yo creo –le susurró antes de atrapar su labio inferior, y fue inmediato el sentir la mano de Fina en la nuca para acercarla todo lo que pudiera a ella.

Se recreó en sentir su boca contra la suya, en cómo sus labios se adaptaban a los de la otra perfectamente, y su mano viajó a la cadera desnuda de la chica para encontrar allí hogar. Es que habían dormido juntas, después de haberse pasado la noche explorándose y descubriéndose por primera vez, y aun así sentía que se había pasado milenios navegando por las curvas de su cuerpo, como si las conociese al dedillo y le siguieran parecido increíblemente fascinantes después de tanto tiempo.

Tus huellas en mi caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora