Capítulo 14

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Para Cris. Gracias por la ayudita, eres un amor.

***

Estaba en una nube.

No conseguía procesar lo que había pasado en la ducha y no estaba pudiendo procesar tampoco que estuvieran allí, tiradas sobre la cama, una al lado de la otra, simplemente mirándose. Es que no le hacía falta más, con perderse en los ojos de Marta era más que suficiente y al parecer ella pensaba exactamente igual. No entendía mucho de estadística, siempre había tirado más para las letras, la verdad, pero no le hacía falta para saber que la posibilidad de conocer a alguien de vacaciones y que resultase ser la historia de amor de tu vida era mínima. Vamos, una entre cinco billones, por lo menos. Y no pensaba que se estuviera pasando de intensa, porque así lo sentía. Estaba segura de que había querido a Esther con todo lo que tenía, sin lugar a dudas, pero nunca se había sentido así con ella. Lo que vivió con Celia fue muy bonito, a pesar de aquel final, pero cuando había mirado a la chica de ojos verdes a los ojos, no conseguía sentir ni la décima parte de lo que sentía cuando miraba a Marta. Y la suerte que tenía de que eso le estuviera pasando, de esa forma y con ella precisamente, era inconmensurable. Como lanzar un dardo desde la estratosfera y que diese justo en el centro de la diana al llegar a tierra.

Observó una vez más el rostro de la chica, y alzó su mano para acariciar su mejilla y bajar hasta su mentón. Pasó su pulgar por su labio inferior y casi se murió de amor con el pequeño puchero que hizo. Se entretuvo allí, mirando aquella zona que tanto le gustaba, y se obnubiló de tal manera que ni se dio cuenta cuando una de las manos de Marta se coló por el hueco de su albornoz, posándose en su abdomen y acariciándolo lentamente.

— ¿En qué piensas? —preguntó en un tono extremadamente suave que le hizo sonreír, aun dentro de su ensimismamiento.

— No sé –contestó con sinceridad y conectó sus miradas de forma muy fácil, porque Marta la estaba esperando—. En ti, en mí. En nosotras, y en lo que está pasando.

— Para bien, supongo —escuchó su tono, ligeramente alarmado, y se apresuró en acariciarle la mejilla una vez más, tratando de tranquilizarla.

— Para muy bien, Marta —aseguró—. Esto que me está pasando contigo me tiene volando, te lo juro —le encantó la sonrisa tierna que le salió, y ella bajó la mano hasta posarse sobre su cuello.

— Quién iba a imaginarlo, ¿eh? —comentó en voz alta, seguido de una carcajada, y no le dio la impresión de que se lo dijera a ella específicamente.

— Desde luego que cuando me interrumpiste en el chiringuito cuando iba a pedir cervezas, no me imaginaba esto —comentó mientras se acercaba a ella, pasando una mano por su cintura, y dejando suaves besos en su mentón.

— Yo no me lo imaginaba, pero ya quería conocerte —confesó, y ella se separó lo necesario para poder mirarla a los ojos, con un interrogante escrito en ellos—. ¿Qué? ¿Es que te piensas que fue casual? ¿Que no te vi y aproveché mi oportunidad?

— No te creo... —susurró entre risas y Marta asintió mientras levantaba las cejas, haciéndola reír— O sea, que ya me habías fichado —insinuó, acercándose a ella de nuevo, y vio cómo adoptaba un semblante más serio, señal de que iba a decir algo importante.

— ¿Sabes qué pensé cuando te vi por primera vez? —susurró la rubia en un tono tonto sobre sus labios, que le hizo sonreír sin ni siquiera haber recibido respuesta— Que ya te conocía.

— Marta... —se quedó sin palabras, porque hubiese esperado que dijera cualquier cosa, menos eso.

— Es verdad, Fina —insistió—. Si pienso que hace tres semanas no sabía ni quién eras, es como que no tiene sentido. No puede ser cierto.

Tus huellas en mi caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora