Capítulo 18

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Lunes, veinticuatro de julio de dos mil veintitrés.

Aquel último y temido día completo en Lloret de Mar ya estaba allí. La amenaza de su inminente llegada las había acompañado durante varios días atrás, pero ya no había forma de esquivarlo o de retrasarlo. Lo habían sabido desde hacía casi tres semanas e ignorarlo no había servido para nada. Puntual como él solito, aunque nadie lo esperaba con demasiado entusiasmo. Fastidiándole aquella burbuja en la que Fina y ella se habían sumido, con su estúpida aguja más afilada que un colmillo. La iba a explotar, y ellas simplemente se estaban preparando para el ruido que hiciera.

El día anterior lo habían pasado en la piscina por la mañana, simplemente bañándose en el sol y en el agua a partes iguales, al principio solas y casi teniendo que resistir la urgencia de compartir hamaca, y luego con Carmen y Claudia, que habían decidido asistir a una clase de aquagym que un monitor impartía en otra de las zonas de piscina. Por la tarde, habían decidido dar un paseo por Lloret, ya que, según había anunciado Claudia, era la última vez que las cuatro juntas iban a recorrer esas calles, casi dando por hecho que Fina y ella utilizarían el día siguiente para despedirse juntas de aquel lugar que tanto les había regalado, y ella disfrutó de caminar de su mano, de la cena con ella y sus amigas, y de aquellas pequeñas cosas que pronto ya no iban a ser. Al menos, no de aquella manera.

Estaban en la piscina de nuevo en esos momentos, aprovechando, ahora sí, los últimos baños que podrían darse allí, y ya llevarían por lo menos tres horas en lo que lo único que habían hecho era sumergirse en el agua y broncearse. Y cuando decía que era lo único, lo decía porque Fina volvía a lucir aquel humor algo ensombrecido de hacía un par de días, pero aquella mañana era distinto. Como si hubiese subido el nivel al verse atrapada de lleno en aquel día fatídico. Apenas había abierto la boca para decir nada desde que esa misma mañana ella la hubiera despertado a besos. Se los correspondió de manera un tanto aséptica, y todo lo que había hecho desde entonces era continuar en esa especie de silencio autoimpuesto que ella se estaba esforzando por comprender.

No podía dejar de darle vueltas y en el fondo se sentía igual que Fina, pero por encima de todo, deseaba pasar esas últimas horas juntas lo mejor posible, acabando de sacarle todo el sabor a aquellos días que habían disfrutado. Sabía que la chica no estaba así por decisión propia, porque cada una lidiaba con las emociones que se presentaban a cada momento de la manera que podía, pero no podía permitir que el último día acabase de esa manera. Su mente voló a la caja de tamaño reducido que contenía cierta pulsera que guardaba en algún cajón de su habitación de hotel, y la necesidad de trazar un plan para poder dársela ese mismo día. Algo se le ocurriría en esas horas, seguro.

— Hoy podríamos coger algo del chiringuito para comer —propuso Carmen cuando ya rondaban las dos de la tarde—. Aquí en la esquina de las hamacas está el QR de lo que tienen.

— Pues sí, buena idea —estuvo de acuerdo Fina, desde su posición sentada a su lado, y era la primera vez que le escuchaba la voz desde hacía por lo menos una hora.

— Me parece bien a mí también —dijo por su parte, y todas se inclinaron en sus respectivas tumbonas, móvil en mano, para poder escanear el código y decidir qué comerían.

Echó un primer vistazo rápido a la carta en general mientras cada una de sus acompañantes hacían lo propio en sus dispositivos, y se dio cuenta de que la oferta era la que podía esperar de un chiringuito así: comida rápida en menús acompañados de patatas fritas o ensaladas y poco más. Desde luego que mucha variedad no había.

— Finulis y yo vamos a por la comida —aportó Claudia levantándose—, ¿sabéis ya lo que queréis?

— Dadme un segundo —pidió, aún examinando aquella carta virtual en la pantalla de su teléfono móvil.

Tus huellas en mi caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora