– Marta, ¿puedes venir un momento? Tengo que comentarte algo.
– Dame dos minutos, por favor, que acabe esto –contestó sin ni siquiera levantar la mirada del ordenador.
– Te espero en mi despacho.
Apenas oyó la puerta de su oficina cerrarse tras él, pero en esos instantes se encontraba tan absorta en terminar aquella tarea que ni le importó. Había días algo más relajados, y otros un tanto más caóticos y exigentes, pero aquel estaba estableciendo un nuevo nivel. Quizá se debía a su propia exigencia, porque quería dejarlo todo arreglado antes de irse de vacaciones, pero necesitaba que aquella jornada terminase lo antes posible. Un vistazo al reloj le decía que todavía eran las 15:24. Pues casi dos horas más que tenía que aguantar.
Acabó de mandar el correo a los nuevos empleados y bloqueó la pantalla, necesitaba un descanso de tanta luz artificial. Se quitó las gafas y se frotó los ojos con los dedos levemente, para otorgarles algo de alivio. En los casi diez años que llevaba trabajando en aquel puesto, podía decir que se había acostumbrado con bastante facilidad a pasar tanto tiempo seguido delante de un ordenador, pero había días en que se le hacía más cuesta arriba.
Se levantó de la silla unos pocos minutos después, y aprovechó que salía de su oficina para cogerse una coca-cola, que le iba a hacer falta, antes de enfilarse hacia el despacho de Marcos. En general, no solía ser una oficina tranquila, entre la cantidad de gente trabajando allí, que no dejaba de aumentar por días, y los cotilleos que se cocían en los distintos grupitos, ella no recordaba ni un segundo de absoluto silencio en todo el tiempo que había pasado allí. Solía quedarse al margen de todo eso, pensaba que el trabajo era eso, trabajo, y aunque de vez en cuando había ido a alguna de las quedadas que se solían hacer para tomar unas cervezas al terminar el día, lo más habitual es que se fuera a casa directamente.
"Es que eres una loba solitaria", le había dicho Elena, una de las compañeras con las que más confianza tenía. Pues no sabía si era cierto, pero sí que le gustaba tener marcados los límites en todo momento.
Tocó suavemente la puerta, y no esperó a que contestasen al otro lado. Se encontró a su jefe consultando su teléfono móvil, sentado en su silla de forma poco profesional, por decirlo de algún modo, y ni se inmutó, tal cual había hecho ella minutos antes con él, cuando se le plantó delante.
– Dime, ¿qué querías?
– Siéntate, anda –la instó, dejando a un lado el móvil e irguiéndose, buscando otra postura, al mismo tiempo que la miraba directamente–. Marta, no sé cómo decirte esto, pero las cosas no están funcionando como nos gustaría. Tenemos que hacer recortes de algún lado, y con todo el dolor de mi corazón, vamos a tener que prescindir de tu puesto.
El infarto le duró los dos segundos que tardó Marcos en empezar a reírse a carcajada limpia.
– Eres un idiota –le acusó, sin señal en su rostro de diversión, pero sí en su tono.
– Perdona, perdona –se disculpó, alzando las manos al aire, pero seguía riéndose–. Es que quería ver tu reacción, pero no puedo ser tan cruel contigo.
– ¿Me has llamado para esta tontería? ¿O tienes algo importante de verdad que decirme? –quiso saber, un poquito exasperada.
Se llevaba de mil maravillas con Marcos, desde el momento en el que entró a la empresa, la confianza y el entendimiento entre ambos siempre había estado a un nivel altísimo, incluso podría llegar a llamarlo amigo, ya que había estado en muchos momentos en que lo había necesitado, y en su faceta de jefe siempre se había mostrado muy comprensivo con ella. Aun así, había días en los que su humor simplemente estaba enfocado en trabajar, y estas pequeñas bromas le sobraban. Solo a veces.
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Tus huellas en mi camino
FanfictionSeguro que has leído la historia mil veces: dos personas que coinciden un verano y, sin pretenderlo, se cambian la vida. Bajo una aparente vida normal, en el interior de Marta yace un deseo de algo más que conformarse con su trabajo y vivir sus días...