16: Promesas

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16: Promesas

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16: Promesas


Pov's richard:

Después de aquella cena que compartimos, donde las palabras se quedaron cortas para expresar todo lo que sentíamos, y luego de esa noche mágica que parecía habernos acercado aún más, me desperté temprano al día siguiente, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre mis hombros. El gol que marqué contra Estados Unidos aún retumbaba en mi cabeza, no solo por lo que significaba para el equipo, sino porque sabía cuánto significaba para Fernanda. No había mayor satisfacción que verla tan emocionada, tan orgullosa de mí.

El sol apenas asomaba sus primeros rayos cuando me levanté. Fernanda aún dormía, su rostro sereno iluminado por la luz tenue que entraba por la ventana. Me acerqué despacio, sin hacer ruido, para no despertarla. Me quedé un momento ahí, solo mirándola, pensando en lo increíble que era tenerla a mi lado en este viaje, no solo en el fútbol, sino en la vida.

Con cuidado, salí de la habitación y fui a la cocina del apartamento que habíamos alquilado en Washington. El aroma del café recién hecho comenzó a llenar el lugar, y mientras lo preparaba, no podía dejar de pensar en lo que había venido después del partido. Esa cena, esa conexión tan profunda que habíamos compartido, no era solo una celebración por el gol; era una promesa silenciosa de lo que estaba por venir.

Cuando regresé con el café, Fernanda ya estaba despierta, estirándose entre las sábanas. Me sonrió, esa sonrisa que siempre lograba iluminar mi día, y con un suspiro me acerqué para entregarle su taza.

-Ajá, ¿y qué te traes entre manos tan temprano? -preguntó con esa picardía costeña que tanto me gustaba, mientras tomaba la taza con ambas manos.

Me senté en el borde de la cama, pensando en cómo responderle, porque la verdad era que tenía muchas cosas en mente. El partido, la Copa América, pero sobre todo, nosotros.

-Estaba pensando en todo lo que viene -le respondí, tratando de no sonar demasiado serio- En lo que significa este gol, lo que significa para nosotros.

Ella me miró con esos ojos grandes y llenos de vida, y pude ver que entendía lo que no estaba diciendo. Que el fútbol era mi vida, sí, pero que ella también lo era. Que lo que habíamos construido juntos en tan poco tiempo era algo que quería cuidar y proteger.

-Richard, cule golazo el que te mandaste ayer -me dijo después de un sorbo de café- No sabes lo emocionada que estaba, ¡me sentía como una loca gritando en el estadio! Todo el mundo me miraba, pero yo solo tenía ojos para vos.

Sonreí, porque me lo imaginaba perfectamente. Fernanda nunca fue de las que se guardaba las cosas, y su emoción siempre era evidente, como un faro que guiaba mis pasos.

-Y todo ese alboroto, ¿valió la pena? -le pregunté, queriendo escuchar más de su relato.

-¡Unjú, cule emoción la que sentí! -dijo riéndose- Me siento tan orgullosa de vos, mi amor. Ese gol no fue solo para Colombia, fue para nosotros.

Sus palabras me llenaron de calidez. Era increíble cómo podía transformar algo tan complejo como mi carrera en algo que pertenecía solo a nosotros dos, algo íntimo y profundo.

-Sabes, Fer -dije mientras me inclinaba para besarla en la frente-, no importa cuántos goles meta, siempre voy a estar pensando en vos. Ayer, cuando vi el balón entrar en la red, solo pensaba en cómo ibas a reaccionar, en cómo ibas a estar brincando en las gradas.

Ella se rió de nuevo, pero esta vez su risa fue más suave, más dulce.

-Y yo siempre voy a estar ahí, brincando y gritando como una loca, para que sepas que te estoy apoyando, que estoy a tu lado en todo esto.

Esas palabras, esa promesa, era lo que más necesitaba escuchar. En el fútbol, como en la vida, uno necesita a alguien que esté ahí, no importa lo que pase. Y Fernanda era esa persona para mí.

Pasamos el resto de la mañana planeando nuestros próximos días en Estados Unidos, entre risas y conversaciones profundas sobre lo que significaba todo esto para nosotros. Estábamos construyendo algo más que recuerdos; estábamos construyendo un futuro, uno que estaba lleno de promesas y de planes que nos emocionaban a ambos.

Y mientras hablábamos, mientras soñábamos despiertos, me di cuenta de que no importaba dónde nos llevara la vida o el fútbol. Con Fernanda a mi lado, todo era posible. Teníamos el mundo a nuestros pies, y estábamos listos para conquistarlo, juntos.

 Teníamos el mundo a nuestros pies, y estábamos listos para conquistarlo, juntos

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Un contrato - Richard Rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora