The Black Prophecy

Capítulo 3

Encontrarse con Narcissa Malfoy, literalmente, no había sido parte de los planes de Hermione para ese día. Peor que eso, Madam Malfoy la sorprendió no solo usando magia avanzada, sino también un dispositivo muggle. Hermione gimió por dentro. Rara vez era descuidada, pero esto podía convertirse en un problema serio. Nadie más era consciente de lo avanzadas que se habían vuelto sus habilidades. Se escondía tan eficazmente de los profesores, incluso de los de Ravenclaw, que sin duda nunca creerían de lo que era capaz. Esto solo se agravaba por el hecho de que, como nacida de muggles, destacar de cualquier manera solo conducía al escrutinio y al abuso. Hermione no estaba particularmente interesada en atraer de nuevo a su vida a ninguna de las dos cosas.

Mientras pasaba las manos por la pluma que casi había elegido en la entrada de la tienda, Hermione no se dio cuenta de la mujer que ocupaba sus pensamientos y que se precipitaba detrás de ella. Recogió el libro que le había costado el riesgo de ser expuesta, la nueva pluma y una pila de pergaminos, pagó a la tendera y se dirigió hacia el exterior. La ciudad a su alrededor estaba llena de otros estudiantes que hablaban en voz alta y juguetonamente entre ellos. A la luz de su reciente encuentro, no podía imaginar estar rodeada de tanta gente. ¿Qué tan rápido todos sabrían su secreto? ¿A quién se lo diría primero Madam Malfoy? ¿Cuánta de su libertad perdería Hermione por ese momento inconcebiblemente descuidado? Con la intención de disfrutar del último poco de paz que se le permitiría por un tiempo, se volvió hacia el castillo. Estaba tan absorta en sus propios pensamientos que no vio a los tres Gryffindors acercándose hasta que estuvieron casi encima de ella. Tan estrecho como era el camino, no habría hecho ninguna diferencia. Evitar al llamado "Trío Dorado" ahora era imposible. Hermione bajó la mirada, esperando que fuera suficiente para no llamar la atención. Estaba segura de su éxito, ya que casi los había superado y su conversación fluía sin interrupciones. Pero una mano se extendió, agarrándola del hombro torpemente. Hermione reprimió un gemido de fastidio y se giró para encontrar al chico Weasley mirándola a los ojos. El inconveniente de retrasarse ya era bastante malo, pero en su actual estado de nerviosismo ni siquiera podía recordar cuál de los hermanos era.

Después de un momento de silencio incómodo, el chico finalmente habló: "Eres Hermione Granger, ¿verdad?" Hermione no confiaba en sí misma para reprimir todos los comentarios sarcásticos que le vinieron a la mente ante la pregunta y eligió simplemente asentir.

—Te he visto por el castillo. Siempre leyendo. Me preguntaba si hoy te gustaría hacer algo más que leer en mi compañía.

Hermione estaba convencida de que hoy debía ser una especie de broma cósmica. Había pasado meses sin llamar la atención de nadie, pero hoy... bueno, hoy era un desastre. Luchó por controlar la reacción que amenazaba con apoderarse de su rostro.

—Señor Weasley, es una oferta generosa, pero odiaría romper mi compromiso anterior con mi nuevo autor favorito.

—¿Quizás en otra ocasión entonces, Hermione?

Obviamente, no iba a ponérselo más fácil. —Me temo que no deberíamos —dijo Hermione intentando sonar tranquila y dulce—. Simplemente no eres mi tipo, por así decirlo.

Su rostro se ensombreció al darse cuenta de que realmente lo estaban rechazando. Dio un paso hacia adelante, hacia su espacio físico, y dijo en voz baja y amenazante: “Al menos hazme el favor de informarme cuál es tu tipo”.

A pesar de su incomodidad, Hermione no se echó atrás. En cambio, colocó su mano suavemente sobre su hombro. Cuando él no reaccionó, la movió hacia su mejilla mientras se inclinaba para susurrarle al oído: "Es imposible de describir ya que aún no lo he experimentado, pero recordaré enviarte una lechuza ya que estás tan preocupado por mi vida personal". Su tono se volvió profundamente sarcástico al final de su declaración. Retiró su mano y se volvió hacia el camino frente a ella. Podía sentir los ojos del chico y sus amigos ardiendo en la parte posterior de su cabeza. Con suerte, lo que había dicho sería suficiente para evitar que la siguieran y, si tenía mucha suerte, tal vez evitaría que volvieran a hablarle.