Se alejó y esbozó una sonrisa ladeada.
—Finalmente estás aquí.
Lo miré con el ceño fruncido, y sin pensarlo, levanté mi mano y lo cacheteé fuertemente. Él se tocó la mejilla y me miró confundido.
—¿Por qué me pegas? —reclamó.
—¿Por qué me besas?
—¿Qué hay de malo en eso?
Colcoqué mi mano sobre su torso desnudo, lo empujé y me alejé de él.
—¡Eres un extraño! No puedes ir por el mundo besando a la gente.
Él se quedó en silencio, llevándose la mano a la barbilla, pensativo.
—Te debo una disculpa —dijo, haciendo una leve reverencia, y luego añadió—: Cuando dejemos de ser extraños, ¿entonces podré besarte?
—¡Ese no es el punto!
—¿Entonces no? —preguntó, acercándose a mí mientras yo retrocedía.
—Eso no importa. Solo necesito que me ayudes a salir de aquí.
Ciel me observó con una mezcla de curiosidad y diversión mientras yo retrocedía. No parecía ofendido por mi reacción, sino más bien intrigado. Su intensidad era desconcertante, como si todo lo que hacía tuviera un propósito oculto que yo no lograba entender.
—¿Salir de aquí? —preguntó con suavidad, dando un paso hacia mí—. ¿Por qué querrías irte?
—Porque este lugar es una pesadilla —respondí, tratando de mantener mi distancia—. No debería estar aquí, quiero volver a mi vida, a mi mundo.
—¿Tu mundo? —dijo con un leve suspiro—. ¿Y para qué regresar a ese mundo?
—Eso no te incumbe —contesté, frustrada por su tono de superioridad—. Solo necesito que me digas cómo salir de aquí.
Ciel esbozó una sonrisa, pero esta vez era más suave, casi compasiva.
—Te ayudaré, pero primero... —se detuvo y se cruzó de brazos—. Primero déjame despedirme de mis amigos ¿te parece?
Supuse que hablaba de los dementes de antes cuando mencionó a sus "amigos". No me cabía en la cabeza que pudiera considerarlos así.
—De acuerdo.
Ciel asintió, complacido con mi respuesta, y extendió su mano hacia mí.
—Entonces, vamos.
—¡Ciel! —exclamó Donatello, tomando su mano con entusiasmo—. ¿Dónde te habías metido? ¡Te estuve buscando!
—Justo me estaba escondiendo de ti, viejo—confesó Ciel, soltando su mano y alejándose con una sonrisa falsa.
—¡¿Qué?!
—Vámonos, Lilith.
—¿Cuándo te dije mi nombre?
—¿Eso importa, Lilith? —respondió Ciel, haciendo énfasis en mi nombre—. Tu igualmente sabes mi nombre.
Lo ignoré y nos dirigimos hacia el jardín, entrando nuevamente en el laberinto. Esa vez, Donatello fue el guía, caminando al frente mientras daba pequeños saltos de un lado a otro y tarareaba una canción.
Desvié la vista hacia Ciel, observándolo de reojo y estudiando sus rasgos. Su rostro bien proporcionado y delgado, la piel blanca como porcelana, esos ojos dominantes, negros y medio rasgados, la forma respingada de su nariz, sus labios rosados, y su cabello negro... La verdad, no parecía ser humano. Me pregunté si realmente éramos de la misma raza.
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Don't be cry
FantasyLilith vive atrapada en la desdicha hasta que un día, un accidente inesperado la transporta a un mundo excéntrico y bizarro. Envuelta en sucesos frenéticos, busca ayuda para escapar y conoce a un enigmático humano que guarda los secretos de este ext...