—¡Venimos en un instante! ¡Esperen nuestro regreso! —se despidió Donatello de sus amigos.
Observé al lobo, que tenía una sonrisa socarrona, mientras las gemelas mantenían una expresión muy inocente.
—¿Es seguro que ellas se queden con el lobo? —pregunté en voz baja a Donatello.
—No me preocuparía por ellas —respondió Donatello pacíficamente.
Nos levantamos de la mesa y nos encaminamos hacia la salida del jardín, dejando atrás a todos. Donatello parecía tener una tranquilidad imperturbable, confiado en que nuestra ausencia no provocaría ningún desastre. Sin embargo, yo no podía compartir su optimismo.
Mientras caminábamos, el jardín, con su vegetación exuberante y retorcida, comenzó a desvanecerse tras nosotros, reemplazado por los muros altos y oscuros del laberinto. Las enredaderas colgaban de las paredes, moviéndose lentamente como si tuvieran vida propia. El aire se sentía más denso, cargado de una extraña electricidad que hacía que los pelos de la nuca se me erizaran.
Donatello avanzaba con paso firme, pero yo caminaba con cautela. Aunque él aparentaba seguridad, yo no podía dejar de pensar en los peligros ocultos en ese laberinto. ¿Qué criaturas podrían estar acechando entre las sombras? ¿Podríamos confiar en que encontraríamos a Ciel con la misma facilidad que Donatello parecía asumir?
El laberinto se extendía en una red interminable de pasillos serpenteantes. Cada giro y cada esquina nos llevaban más y más lejos del jardín, sumergiéndonos en una oscuridad que parecía absorber la luz. Mientras más avanzábamos, más dudaba del viejo artista. ¿Cómo podía saber el camino en un lugar tan intrincado y misterioso? Cada vez que doblábamos una esquina, la esperanza de que esta sería la última se mezclaba con la creciente ansiedad de estar aún más perdidos.
Donatello se detuvo frente a una bifurcación. Sin dudar, giró hacia la izquierda, pero su seguridad me hacía preguntarme si realmente sabía a dónde iba o si solo estaba confiando en su instinto. A pesar de mi incertidumbre, lo seguí, porque no tenía otra opción. Sin él, quedaría atrapada en ese laberinto para siempre.
—Y ¿cómo es Ciel? —pregunte para interrumpir el sordo e incómodo silencio—. Nadie me dice algo útil de él.
—¡Es muy intenso! —exclamó Donatello con irritación.
—¿Cómo?
—Es un joven muy caprichoso, ¡hace berrinches como un bebe!
—¿Qué? Bueno, eso no me interesa.
—¿Quieres saber lo que me obligó a hacer? —preguntó con los ojos muy abiertos.
—No me interesa...
—¡Me obligó a enseñarle a esculpir! —interrumpió de golpe—¡¿Y para qué?! ¡¿Y para que?!
—¿para que?
—¡Para hacer miles esculturas de ella!
—Oh, vaya...
—¿Quien aprende a esculpir solo para eso?
Hablar con él era estúpidamente inútil; nunca escuchaba. Además, el tampoco me había dicho nada útil sobre el humano que lleva aquí mas de cien años.
—¿A dónde vamos?—pregunté finalmente.
Donatello se detuvo y se giró hacía mi con los brazos en jaras.
—No lo sé, dime tú.
—¡¿Qué?! Pensé que conocías él laberinto.
—¿Cuándo dije que lo conocía?
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Don't be cry
FantasiLilith vive atrapada en la desdicha hasta que un día, un accidente inesperado la transporta a un mundo excéntrico y bizarro. Envuelta en sucesos frenéticos, busca ayuda para escapar y conoce a un enigmático humano que guarda los secretos de este ext...