Capítulo 2

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Ryder

Al descender del auto, mi primer reflejo es cubrir mi boca con el pañuelo, protegiendo mi identidad. Antes de cerrar la puerta, me ajusto la gorra de béisbol, intentando ocultar mi rostro lo máximo posible. Sé que estoy desafiando las reglas al venir aquí, pero no puedo evitarlo. Lo prohibido es lo que hace que la vida sea emocionante, y yo no quiero perdérmelo

—¡Buu!

El intento de Rita por asustarme queda nulo cuando no me muevo ni un centímetro y ella me ofrece un cigarrillo, el cual tomo inclinando mi cabeza para que el fuego lo encienda

—Sabes que no deberías estar aquí, va contra las reglas.

Echo el humo fuera aprovechando que no hay muchos a la vista para tener el pañuelo abajo.

—Y tu sabes bien que opino de las reglas.

Rueda los ojos.

—Que es mejor romperlas. —repite. —Pero hoy creo que no será tu noche.

—¿A qué te refieres?

Se encoge de hombros mientras mete una goma de mascar a su boca.

—La pandilla del otro día está aquí, siempre traen problemas. —comenta. —Aunque es territorio Marshall, ellos quieren creerse los dueños y es algo que a los grandes no les agradará, tampoco la forma en que corren, siempre hacen trampa.

Observo el ambiente a mi alrededor, la música retumba por las bocinas de los diferentes coches y las luces neón que están al lado de la línea de meta le dan un toque neutro al lugar.

—¿Y por qué Reith Marshall no hace algo? Ese tipo podría poner orden, como lo hace mi padre en su territorio.

—La diferencia entre tu padre y los Marshall, es que él no quiere mantener una reputación de hombre intachable y Reith Marshall si.

—Pues eso le traerá consecuencias a largo plazo.

Suspira.

—Lo sé, lo peor es que si hay alianzas entre las pandillas, la pista pasará a un dueño diferente. —se mueve de lugar. —Espero que no haya nada grave está noche.

Antes de que se marche, llamo su atención.

—Quiero correr hoy, ponme en la lista.

—¿Alguien en mente?

Si, pero no es un corredor.

—Solo que esté a mi nivel y ya sabes, no puedes decir que estoy aquí.

Me guiña un ojo lanzandome un paquete de tic tac.

—De acuerdo, te enviaré un mensaje.

Busco mezclarme en el ambiente sin llamar mucho la atención y termino aceptando una cerveza bajando más mi gorra para evitar ser reconocido. No sé por qué, pero sonrío como idiota recordando lo que pasó hace apenas media hora, con la extraña chica de la playa.

A la cual sí confundí.

En mi defensa era de noche y no tengo la culpa que mi ligue me haya dicho que estaría frente a la playa. Aún puedo sentir su perfume en el ambiente, recordando también el color de su cabello, rojo como el fuego, combinando a la perfección con su piel blanca y sus ojos verdes.

¿Quién era?

Joder, sólo sé que era como una muñeca de porcelana, una bastante sexy y perfecta. Bastante desconfiada y con carácter, otra cosa que me dejó intrigado, pero la gota de todo fue su mirada, la maldita mirada que me lanzó me dejó mudo, me sentí invadido y sin movimientos y de verdad odio sentirme así.

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