Capítulo 3

129 28 1
                                    


Alexia.



Enfrentarme a la irá de Pete es mejor que a la de mi padre y gracias a mi hermano, que inventó una salida al cine después de la cena de la otra noche, papá no sospechó que en realidad estábamos en otro lugar.

No me salvo de un regaño, tanto de él como de Astrid, pero las cosas pararon ahí y mis padres no sospecharon nada. Tanto así, que al día siguiente, mi hermana, mi madre y yo pasamos todo el día de compras y la tarde en un spa para después ir a la playa, terminando el día en una cena familiar que está vez no salió mal.

—¿Estás ocupada?

Papá toca la puerta entreabierta asomando su cabeza.

—No, pasa.

Lo hace caminando por la habitación y yo me giro en la silla frente a mi escritorio, observándolo hasta que decida hablar.

—Eres una niña cuando te envié a Australia y jamás te pedí disculpas por eso.

—Papá…

Levanta la mano.

—Déjame terminar. —asiento. —Tal vez no debí separarlas, a ti y a tu hermana, quizá debí al menos dejar que estuvieran juntas y que siendo mayor, fueran ustedes quienes decidieran dónde estudiar, pero ya no puedo cambiar el pasado. —busca mis manos. —Solo quiero que estén a salvo, que sean felices, no quiero que me odien.

—Jamás te odiariamos, papá.

Aprieta mis manos.

—¿Qué te parece si en menos de un año, todos nos mudamos a Australia?

—¿Y la empresa?

—Bueno, justamente mis socios me han propuesto expandirnos y creo que Australia estaría perfecto, prácticamente ese es tu hogar.

—Mi hogar está donde estén ustedes.

—Aún no es algo concreto, pero si sucede, quiero saber que opinas.

Subo y bajo mis hombros con lentitud.

—Solo sé que para los negocios, tú eres mejor que todos y si crees que Australia está bien, yo te apoyo.

Deja un beso en mi frente antes de abrazarme.

—Gracias, cariño.

—De nada.

Se aparta acariciando mi cabello.

—Mientras tanto, tu madre me ha convencido de que pases al menos, un par de semanas más aquí, pero con una condición.

—¿Cuál?

—No quiero que traiciones mi confianza

—Hecho.

Cuando me deja a solas lo único que soy capaz de hacer, es sentarme y pensar en que su confianza ya la traicione, la hice la noche en que me subí al coche del hijo de su peor enemigo.

Mis ojos se desvían al curita que tengo sobre mi uña, rodeando mi dedo, es uno totalmente diferente al que Ryder Reed coloco aquella noche, pero el recuerdo surge y está ahí, tratando a mi mente el color de sus ojos, la delicadeza de su agarre a mi mano cuando me sacó del lugar de las carreras y la sensación de estar a salvo que me brindó el estar a su lado.

Sé que es raro y probablemente algo contradictorio, pero es la verdad. Pasó de ser el chico del que tenía desconfianza en la playa al que me alegró ver cuando se acercó a mí y me sacó del caos que me rodeaba.

Amor Al Límite Donde viven las historias. Descúbrelo ahora