Capítulo 4

147 29 7
                                    



Ryder Reed

La madrugada nos envuelve en su abrazo, sumergiéndonos en el mar, donde decidimos entregarnos a las olas nocturnas y al silencio, roto solo por la respiración agitada de la mujer que sostengo entre mis brazos.

Ella sumerge su cabeza en el agua y, al emerger, se acerca a mí, envolviendo mi cuello con sus brazos. Observo, hipnotizado, cómo las gotas de agua resbalan por su frente y labios, invitándome a besarla de nuevo.

Mis labios se unen a los suyos mientras mis manos se deslizan por la piel desnuda de su espalda, subiendo hasta que ella me abraza con sus piernas, haciéndome gemir de placer al sentir su cercanía

—Tengo que regresar al club antes de que Pete se vuelva loco y meta en problemas a Astrid.

Le beso el cuello.

—Si, sobre eso…

—¿Qué?

Echa la cabeza hacia atrás

—Pete no estaba en el club.

Alza una ceja obligándome a que la vea a los ojos. Su gesto con la boca me pone mal, algo que no sé cómo carajos tomarme.

—¿Me mentiste? —no respondo. —Si, lo hiciste, ¿Por qué?

—Porque quería estar a solas contigo. —me encojo de hombros. —Y funcionó.

Trata de reprimir una sonrisa, pero no lo logra y sonríe con la boca cerrada frunciendo los labios.

—De acuerdo, pero ahora de verdad tengo que regresar al club. —murmura. —No voy a preocupar a mi hermana.

—Probablemente aún nos quedan dos horas más, la verdad no creo que tú hermana quiera ir a casa temprano.

—Lo sé, pero…

—¿Cómo es tu vida en Australia? —la bombardeo con una pregunta tratando de que se le olvide la idea de marcharse. No quiero que lo haga. —¿Tienes muchos amigos?

Suspira bajando su mirada a mi hombro, dónde pasa sus dedos dibujando líneas imaginarias mientras responde a mi pregunta.

—Si.

—Cuéntame.

—Cuando llegué a Australia fui directo a un colegio privado, tenía 7 años, era pequeña y aunque mamá se quedó conmigo hasta que cumplí 16 y pude cuidarme sola, no fue fácil estar allá. —baja la mirada un momento. —Cuando recién entré al curso, creí que no tendría amigas, pero para mi sorpresa me volví popular.

—No me sorprende.

Sonríe.

—Como pasaron los años, las cosas mejoraron dentro del colegio en el sentido de la amistad, me sentía muy querida, aún me siento querida. —aclara. —Pero cuando cumplí 16 y mi madre tuvo que regresar aquí, las cosas cambiaron.

—¿De qué forma?

—De la forma en que llegaba al departamento y estaba en silencio. —confiesa. —Llegaba feliz del ruido y el ambiente con mis amigos y estaba acostumbrada a ver a mi madre en casa bailando en la sala, así que tuve que acostumbrarme a la soledad.

—¿Pasaste fechas importantes sola?

Sonríe levemente jugando con sus dedos detrás de mi cuello.

—2 cumpleaños, 2 navidades y 3 años nuevos, ¿Quién lleva la cuenta? Pero estoy bien. —se ríe, pero por alguna razón sospecho que no es cierto.—Papá nunca quiso que pusiera un pie aquí, pero lo hice porque necesitaba visitar la tumba del abuelo y hasta ahora, no he tenido el valor de ir.

Amor Al Límite Donde viven las historias. Descúbrelo ahora