El nudo de tu madeja.

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Es curioso pararse a mirar la intranquilidad del que lo tiene todo, intranquilidad por miedo a perderlo, y aun así sigue queriendo más.
Hace ya tiempo que no estás, que el único todo que tengo responde a la pregunta de qué me falta, que echo la mano al bolsillo y está del revés, como una sonrisa puede ser una cara triste, del revés.
Fui aprendiz de cada uno de tus gestos, pero aprendí siempre a medias para luego volver y repetir. La punta torcida de tu avión de papel o el nudo de tu madeja, que como si fuera abeja vine a quitarte la miel, y cuando no te quedó nada, no te quedó ni dulzura, echaste por la amargura y por amargar me amargué yo también.
Estaba cansado, cansado de cansarme, cansado de que te cansaras, cansado de derrumbarme porque te derrumbabas; y un día coges y te vas, con billete de solo ida, para ahorrar en dinero y lágrimas... Amenizar la salida.
Pasan los días y tú que no vuelves. Me quedo maltrecho esperando. Bajo este techo de gusto sombrío, vacío, sin ti.

Pinceladas de felicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora