Mi mundo calzaba un 37.

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Por la mañana uno se despierta y empieza a controlar cómo avazará su día. Elige si quiere la tostada más blanca o más morena, el agua de la ducha más templada o más caliente.
Lo que uno no elige es qué recuerdo se le vendrá a la mente, para bien o para mal.

Hay que tener cuidado al salir a la calle, puedes conocer a alguien y cada persona implica un recuerdo que permanecerá o se irá con el tiempo.

Hay gente malvada deambulando ahí afuera que un mal día empieza a quererte, qué egoista, con lo que a veces duele.

Hay recuerdos que se controlan, recuerdos tostada; otros te vacían por el resto del día. Es entonces, cuando estás triste, cuando estás realmente triste, cuando ese recuerdo en forma de árbol empieza a expandirse. Porque no es solo una imagen. Es toda una persona. Todo un mundo ajeno al tuyo que de pronto colisiona. Un mundo con su talla de zapatos, el treinta y siete. Con su vestido del viernes noche y sus tardes de quedarse en casa. Con su llanto de mapache. Con sus risas. Con sus baches.


Hay gente malvada deambulando ahí afuera que un mal día empieza a quererte, qué egoista, con lo que a veces duele.

Pinceladas de felicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora