Cuando iba creciendo veía a mis padres hacer todo por mi y mis dos hermanas mayores. Mientras mis compañeros de escuela y las clases de gimnasia tenían padres separados, navidades dobles al igual que fiesta de cumpleaños por separado y vacaciones varias veces al año. Yo me conformaba con tener a mi familia más unida que nunca.
Amaba a mi padre con todo mi corazón y aunque este mal decirlo, yo era la niña consentida de mamá.
Mi madre era mi súper heroína, no había nada en el mundo que ella no hiciera por mi.
Ella era una prominente científica, con un brillante futuro por delante y aunque mi padre solo era un obstetra normal en la ciudad, nunca ví en ellos celos profesionales. Se amaban como si tuviera apenas días de casados y no casi quince años. Nuestra vida era perfecta, risas y diversión siempre estaban.
Hasta que un accidente cambio nuestra vida por completo.
Un ebrio me atropelló camino a la parada de autobús de la escuela. Yo era muy pequeña, solo tenía siete años, recuerdo estar molesta porque mis coletas las había hecho papá un poco apurado y quedaron en diferentes alturas.
Yo era demasiado perfeccionista.
Camine o mejor dicho, corrí dejando atrás a mis hermanas. Ellas trataron de detenerme, no lo lograron.
Antes lo había olvidado, ahora al cerrar mis ojos solo veo el auto rojo venirse encima de mí.
Vuelvo a tocar la cicatriz en mi cabeza, la causa de mis problemas de memoria.
Soli olvidar absolutamente todo cuando desperté, nada permanecía en mi mente por demasiado tiempo. No recordaba los momentos felices junto a seres queridos, o las muchas veces que gane medallas a tan corta edad. Pronto comencé a mejorar sumamente rápido. Incluso los medicos se sorprendieron por mi evolución.
Cada estudio que demostraban no reflejaba ningún daño cerebral, del accidente solo quedaba aquella cicatriz.
Allí comenzó nuestra pesadilla.
Mi madre, la mujer que después comencé a odiar, nos trataba terrible, se volvía agresiva, no solo nos golpeaba, ella buscaba acabar con nuestras vidas.
Cuando desperté ya no era la misma, era un monstruo. Mi hermana mayor solía encerrarnos a las tres en el armario, solo para no escuchar los gritos y discusiones de nuestros padres. Él tenía que sedarle en muchos casos o amarrarla, para que nadie, ni siquiera ella corriera peligro.
La voz de mi hermana mayor, retumba en mi cabeza. La recuerdo como si pudiera revivir ese momento otra vez.
–¡Ella nos va a matar a todos!— grito envuelta en lágrimas—¡Y tú no haces nada!, ¡La debes internar!
Mi padre salió por la puerta trasera de la casa y se marcho a su trabajo, como si nada de lo que estaba pasando en casa fuera real.
Cómo si la vida continuará en completa y absoluta normalidad. Teníamos prohibido decir lo que pasaba.
Íbamos a la escuela con suéteres de cuello alto y pantalones largos para que nadie notará los moretones y hematomas que se formaban en nuestros pequeños cuerpos.
En una oportunidad, mi profesora de gimnasia, quien tuvo que enseñarme todo de nueva cuenta vio los moretones. Aterrorizada llamo a la policía, papá hizo pasar todo aquello como producto de mis torpezas durante la gimnasia alegando mis prácticas sin supervisión ni autorización en casa y a sus influencias.
Si algo tenía él, era su carisma que lo caracterizaba y todos parecían estar de su lado siempre.
Mi madre tenía momentos de lucidez, momentos en dónde yo decía que volvía a ser la misma de antes. Horneaba galletas con nosotras, hacíamos pijamada en el patio trasero o solo veíamos películas en una noche de cine privado en casa.
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Mutants || Daryl Dixon || (+18)
Fiksi PenggemarEn un mundo apocalíptico descubrirás que hay lazos que no se pueden romper y que no existe nada más poderoso que la sangre. Callie no entendía la vida y sus caprichos, solo sabía que tenía que sobrevivir a toda costa. Especialmente por la criatura...