Prefacio

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El arte circense siempre llamó la atención de Taehyung.

Amaba con todo su corazón sentarse en las gradas, buscar el mejor ángulo en el campo de visión y perder un buen rato de su tiempo viendo las prácticas de los trapecistas profesionales, de aquellos que eran unos expertos al volar por los aires sin miedo a las grandes alturas.

Sus ojos brillaban cuando los bonitos atuendos llenos de lentejuelas llegaban, le gustaba tener acceso a cualquier cosa que implicara la bella labor tradicional, era una de las actuaciones veneradas por el público que día a día, apreciaba un enigmático espectáculo.

No era extraño que su curiosidad despertara en ese rumbo, lo llevaba en las venas.

Su familia destacó por ser experta en las acrobacias aéreas, los meses de arduo trabajo y constancia, duros entrenamientos junto a ejercicio continúo, los llevaron a convertirse en los protagonistas del acto que a lo largo de generaciones, gente de todas las edades amaba.

Y aunque él quería con todas sus fuerzas integrarse al grupo de trapecistas para aprender la divina actividad, su madre lo tenía condicionado y lo dejaría incursionar en el show hasta que alcanzara la edad adecuada que fue pactada para evitar accidentes.

Entonces, ahí estaba Taehyung, llorando a la orilla de su colchón, esnifando y limpiándose las lágrimas con la manga de su suéter mientras su progenitora se terminaba de retocar el maquillaje frente al espejo.

—¿Pero por qué no puedo? —insistió. Sus ojos estaban irritados—. P-prometo que tendré cuidado...

Ella suspiró, mientras se aplicaba un poco de iluminador.

—¿Cuántos años tienes, mi amor?

Con las mejillas húmedas, Taehyung levantó su mano derecha y mostró cinco dedos arriba.

—Este año cumplo seis —añadió, antes de hipar—. Por favor...

Jihye lo miró a través del reflejo y odió con el alma verlo así de cabizbajo por no recibir el apoyo que anhelaba. Abatida, dejó la brocha que usó para difuminar y se levantó de la silla, acercándose a su pequeño niño que no paraba de sollozar.

—Mi amor, no me gusta verte así —Se hincó frente a él y acarició sus cortos rizos de la frente—, pero tenemos un trato, ya lo habíamos hablado, juro que podrás formar parte de esto, es nuestro trabajo y si lo amas tanto como yo, te prometo que en un futuro serás miembro del equipo.

Taehyung se talló la cuenca del ojo con el puño, haciendo un puchero.

—¿Por qué tengo que esperar tanto tiempo? —lloriqueó, con evidente tristeza.

—Por tu seguridad, eres muy pequeño todavía —explicó, al tomar un pañuelo desechable—. Esto se trata de disciplina, por eso pactamos con los dueños que lo harás hasta que cumplas diez años.

Con todo el amor que Jihye resguardaba en su ser, ayudó a que su hijo se limpiara el flujo nasal y después le sonrió, intentando transmitirle un rayito de calma.

Taehyung sorbió su nariz, mirando los ojos verdes esmeralda de su madre y sin más, asintió al aceptar que por el momento, subirse a un trapecio sería imposible.

Había que acatar las reglas, ser obediente y tener paciencia, de cualquier forma, si lograba demostrar que era bueno para desarrollarse en el circo, tendría el boleto asegurado para presentarse como uno más del grupo.

Los Kim eran reconocidos por sus buenas habilidades, desde sus bisabuelos, abuelos y ahora, la estrella de la noche era su madre.

Estaba seguro de que, en unos años, su nombre estaría en el estelar.

It's all an act | KookTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora