O4.

497 72 1
                                    

—Charles, despierta. —Carlos lo movió suavemente, tratando de que el omega se despertara.

Eran un poco más de las tres de la tarde y Carlos había acabado de dejar a Max en su casa. El omega pelinegro le había tratado de indicar dónde quedaba la casa en que vivía la madre de Charles, pero no logró entenderlo muy bien.

Aún no quería despertar a Charles; se veía tan cómodo y tranquilo durmiendo, soltando suaves respiraciones e inundando el auto con su aroma. Podría apreciarlo por horas.

—Charles. —susurró una vez más, consiguiendo despertarlo.

—¿Qué? —dijo desconcertado. —Oh, ya llegamos. No me dí cuenta.

—Eso veo, señor "no suelo dormir en los autos" —dijo en tono de burla y el omega se sonrojó un poco, antes de poner los ojos en blanco. —Max me explicó dónde vive tu mamá, pero no le entendí.

—A él nunca se le entiende nada. —replicó acomodándose su cabello. —Sigue derecho, luego vas dos veces hacia la derecha y es la primera casa de dos pisos que verás.

Carlos asintió y puso en marcha el auto.

Cuando el omega le indicó dónde debía parar el auto, este fue quien se bajó primero para ir a tocar el timbre mientras el alfa bajaba las dos maletas.

Sabía que todo era falso, que sólo era algo para fingir durante el fin de semana, pero estaba jodidamente nervioso por conocer a la madre de Charles. Según le habían dicho, la señora Leclerc era muy amable y todos los amigos de su hijo la amaban, así que no debía preocuparse de nada, pero, luego de eso, se preocupó el doble. ¿Qué pasaría si no le agradaba a la mamá de Charles? Sería, en definitiva, un fin de semana muy incómodo.

—Gracias por bajar mi equipaje. —le dijo Charles una vez él llegó a su lado. —Si quieres, luego de saludar a mi mamá y descansar un poco, podemos salir a que conozcas los alrededores. Después de todo, es un sitio pequeño.

—Me parece bien.

Charles le sonrió, mostrando medialunas en sus ojos y luego se giraron cuando la puerta fue abierta rebelando una alfa de ojos azules, cabello negro y un poco baja en comparación a la altura de Carlos, pero más alta que Charles.

Bien, al parecer Charles, Max y todo el mundo olvidó mencionar el pequeño detalle de que la madre del omega era alfa.

—Por fin llegan. —dijo la mujer sonriendo. —Ven aquí, bebé. Saluda a mamá.

—Mamá, ya te dije que dejes de hablarme como a un niño. —bufó Charles sonrojado mientras se acercaba a los brazos de su madre. —Ya estoy grande.

—Siempre serás mi bebé. —le dio un beso en la frente al omega antes de separarse y prestarle atención al alfa pelinegro que los observaba. —Tú debes ser Carlos, el alfa falso de mi hijo. —señaló sonriendo y atrayendo al alfa para un abrazo.

—Mamá, pueden escucharte. —susurró Charles, sonrojándose aún más.

—Un gusto conocerla, señora Leclerc. —saludó Carlos sonriendo.

—Oh, dime Julie. Señora Leclerc es sólo para las personas que no me agradan o me aburren.

El chico asintió con una sonrisa y siguió a ambos Leclerc dentro de la casa.

Al entrar, pudo notar cómo el ambiente era muy hogareño; todo daba un calor especial, un olor que hacía sentir protegido a todo el que pisara la casa y todo era muy sencillo pero hermoso.

—Tengo pastel de fresa y galletas de chocolate. —escuchó a Julie ofrecerles. —Charles, muéstrale a Carlos la casa y la habitación en que dormirá mientras yo les sirvo. Se quedarán en el segundo piso.

pretending (but not so much) › charlosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora