O5.

510 82 1
                                    

Cuando Carlos y Charles entraron, decir que todos se quedaron mirándolos es poco. El omega apretó la mano ajena con la suya para calmar los nervios que sentía. Odiaba tener todas esas miradas encima de él y no sólo eso, odiaba y le incomodaba que pertenecieran a sus ex–compañeros del colegio.

Por suerte, Max estaba pendiente de su llegada, así que cuando los vió, inmediatamente los arrastró con él hacía los asientos que había escogido. Charles había quedado en medio de Sainz y Verstappen, al lado de su amigo pelinegro estaba una de sus ex–compañeras, que era una de las pocas que ambos omegas toleraban y junto al alfa, estaba un beta que fue muy unido a Max y Charles en el último año del colegio.

La primera hora había pasado sin inconvenientes, eso hasta que Samantha decidió acercarse.

—¡Max!, ¡Charles! —saludó sonando terriblemente falsa e hipócrita. —Me alegra verlos después de tanto tiempo.

Sí, claro.

—¡Samantha! Nos encantaría poder decir lo mismo. —le respondió Max, imitando su tono de voz y fingiendo una sonrisa. Carlos y Charles le dieron un sorbo a sus bebidas, mirando hacia otro lado.

La chica ignoró el comentario del pelinegro y se giró hacia donde estaba Charles.

—Charlie, así que ya tienes alfa. —dijo sonriendo. —¿No piensas presentárnoslo?

Charles recordó cuando años atrás, escuchó esas mismas tres palabras, en el mismo tono y preguntadas de la misma manera.

—Sí. —respondió luego de un rato. —Él es Carlos, mi alfa.

El nombrado alzó una de sus manos a manera de saludo, fingiendo una sonrisa y con cero ganas de dirigirle una palabra a esa omega con aroma que lo hacía querer vomitar.

—Un gusto, Carlos. —dijo la omega de cabello rubio. —Soy Samantha. Charles y yo éramos muy buenos amigos.

Pff, amigos. —bufo Max, poniendo los ojos en blanco.

—Sí, he oído algo sobre eso. —respondió Carlos, sonando más grosero de lo que quería.

Luego de unos momentos, Samantha por fin se dio cuenta que nadie de ahí quería hablar con ella, así que simplemente se fue, regalando otra de sus falsas y estúpidas sonrisas y prometiendo que más tarde presentaría a su alfa con ellos.

—¿Quién es ese que no deja de mirar hacia acá? —preguntó Carlos a Charles, haciéndolo sobresaltar por la cercanía.

Charles estaba conversando con Max y no se había dado cuenta de que alguien estuviera mirando hacia donde ellos estaban.

Disimulando, se giró hacia donde el alfa le dijo y pudo ver a quién se refería.

—Lewis. —respondió fastidiado.

—¿Y él es?

—Un idiota.

Y es que en verdad lo era, ni siquiera lo toleraba. Lewis había sido uno de los pocos alfas que le gustaron en secundaria y fue una verdadera tortura ese año y medio en el que estuvo suspirando por aquel alfa. Al principio era todo normal, Charles sintiéndose atraído por él de forma secreta, sólo con Max sabiendo de ello pero, luego cometió el grandísimo error de contarle a Samantha sobre su pequeño gusto por el alfa y ella se encargó de contarle a todo el colegio, incluido él. Cuando el chico se enteró, supo aprovecharse de eso y, como sabía que el omega no sería capaz de negarle nada, porque, primero, le gustaba hacerle favores a todos y segundo, estaba tan ido por el alfa que difícilmente le diría que no a algo. Simplemente empezó a escribirle por mensaje y buscarlo cuando necesitaba cosas relacionadas con el colegio y clases que más se le dificultaba y, durante todo un año y medio, Charles estuvo pasándole sus tareas, apuntes y cosas así mientras que el alfa le decía a todos que no era su tipo y a veces hasta hacía comentarios burlones sobre el cuerpo del castaño. En ese año y medio, gracias a todas esas cosas, casi termina perdiendo el año escolar. Sí, aún se arrepiente de eso y cree que toda la vida lo hará.

pretending (but not so much) › charlosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora