Culpa y Engaño

Capítulo Tres

Nyssa iba dormida en brazos de su padre. Éste seguía a la azafata particular de Ohm, quien llevaba de la mano a Eva, con cara de cansada, y apenas despierta. Fluke estaba agotado. No veía la hora de poder ducharse.

Hubiera podido hacerlo en el avión, pero no había querido despertar a las niñas antes de tiempo. Excitadas con la idea del vuelo, no se habían acostado en la habitación hasta una hora antes de aterrizar.

Cuando llegaron a la aduana, le dieron tratamiento de VIP Era una muestra del poder de Ohm y de su influencia. Aquello había aumentado la sensación que había tenido desde que había subido a su avión privado: la de que la puerta de la trampa se cerraba.
Cuando llegó a la terminal principal, hizo un esfuerzo por centrar su mirada en lo que le rodeaba. El aeropuerto era muy moderno, pero estaba lleno de gente. Suspiró y cambió a Nyssa de brazo.

De pronto sintió que se le ponían de punta los pelillos de la nuca. Se dio la vuelta levemente hacia el lado derecho, y se encontró con la inescrutable mirada de Ohm Thitiwat.

Entonces se detuvo.

No voluntariamente. Simplemente, sus piernas dejaron de moverse.
Él no había esperado verlo hasta el día siguiente.

La azafata se detuvo a su lado.

—¿Señor Thitiwat? ¿Le ocurre algo?

Fluke no podía articular una palabra. Todo su ser estaba atrapado por la
visión de Ohm. Su cabello negro tenía un corte que realzaba la forma de su cabeza. Sus labios sensuales dibujaban un gesto serio.

Él no hizo ningún movimiento para ir hacia ellos. Sólo esperó, su cabeza sobresalía con inconsciente arrogancia por encima de la multitud que lo rodeaba.

Fluke agarró más fuerte a su hija dormida y dio un paso adelante. Se chocó con un pasajero.

—Perdón. Lo siento.

La mujer con la que se chocó ignoró a Fluke y siguió caminando hacia la cinta de las maletas.

Un hombre grande, que parecía un luchador de sumo, apareció por detrás y casi lo tira. Pero entonces, Ohm lo sujetó para que no se cayera.

—Dame la niña —dijo Ohm, agarrando a Nyssa.

Instintivamente, Fluke se alejó unos centímetros de Ohm.

—No, gracias. La llevaré yo —dijo.

Ohm achicó los ojos.

—Papá... —interrumpió Eva.

Fluke miró a su hija.

—¿Sí, cariño?

—Estoy cansada. ¿Puedo irme a la cama ahora?

—Va a pasar un rato largo hasta que puedas acostarte, pero puedes dormir en el coche. Los asientos son muy grandes y para una niña pequeña como tú serán como una cama —dijo Ohm.

—Tengo cinco años —respondió Eva.

Ohm sonrió.

—Si tienes cinco años, debes de ser Eva. Yo soy Ohm Thitiwat.

Eva lo miró con ojos soñolientos pero directos.

—Thitiwat es mi apellido también —dijo, seria.

Ohm se agachó hasta llegar al nivel de la niña aproximadamente. Tenía la
misma expresión seria que su padre.

—Así es. Eso se debe a que somos familiares.

Eva soltó la mano de la azafata, se acercó a Fluke, y se agarró de la seda de los pantalones de su padre.

—¿Es familia mía, papá?