El sol ya está alto cuando finalmente abro los ojos. El cuerpo de Adam está junto al mío, cálido y relajado bajo las sábanas de la cama del hotel. La habitación está bañada en una luz dorada que se filtra a través de las cortinas parcialmente cerradas, creando un ambiente cálido y acogedor. Sin embargo, el reloj en la mesita de noche me recuerda que nos hemos despertado más tarde de lo que deberíamos.
—Buenos días, dormilón —le susurro, girándome para enfrentarme a él. Adam abre los ojos lentamente, y su habitual sonrisa perezosa aparece en su rostro.
—Buenos días, cariño —murmura con su voz aún ronca por el sueño. Nos quedamos allí, mirándonos a los ojos, disfrutando de esos primeros minutos del día en los que el mundo exterior parece no existir.
El momento se transforma rápidamente en algo más. Adam se acerca a mí, sus manos encontrando su camino alrededor de mi cintura mientras me atrae hacia él. Nuestros cuerpos se entrelazan bajo las sábanas, y lo que comenzó como una simple caricia se convierte en un beso profundo. La habitación parece calentarse más con cada segundo, el silencio roto solo por nuestros susurros y el sonido de nuestros cuerpos moviéndose al unísono. Es un momento de intimidad pura, una conexión que se siente tanto física como emocional.
Después de nuestro encuentro, permanecemos abrazados, dejando que nuestros corazones se calmen. La sensación de satisfacción y paz nos envuelve, y por un momento, el resto del mundo queda fuera de la habitación.
—¿Qué te parece si nos quedamos aquí todo el día? —propone Adam, su voz todavía suave mientras acaricia mi cabello.
—Me parece perfecto —respondo, sintiéndome completamente en paz. No hay prisa, no hay planes urgentes, solo nosotros dos disfrutando de la compañía del otro.
Pasamos el día en la habitación del hotel, disfrutando de la pereza que nos permite el lujo de no hacer nada. Pedimos servicio a la habitación, optando por una variedad de platos que se ven y huelen deliciosos. Desayuno tardío, almuerzo, y hasta una merienda, todo servido en la cama mientras vemos películas, reímos y charlamos sin preocupaciones.
—Este es el mejor tipo de día —comento mientras tomo un sorbo de mi café, acomodada en los brazos de Adam.
—Definitivamente, lo es. —Adam está de acuerdo, con una sonrisa de satisfacción en su rostro mientras muerde un pedazo de croissant.
En algún momento de la tarde, sacamos un juego de cartas que encontramos en uno de los cajones del hotel y comenzamos a jugar, riéndonos y compitiendo amigablemente, como si fuéramos niños otra vez. El día se convierte en una burbuja de tranquilidad y felicidad, donde nada más importa excepto este pequeño mundo que hemos creado en la habitación.
### Preparativos para Rimini
La tarde da paso a la noche, y sabemos que es hora de prepararnos para la próxima aventura en Rimini. Adam se pone su característico look: sudadera negra, cadenas de oro y una gorra que lleva su nombre estampado. Su estilo es inconfundible, reflejando su identidad y su música. Lo observo mientras se viste, admirando cómo cada detalle parece formar parte de quién es, tanto en el escenario como fuera de él.
De repente, escuchamos un golpe en la puerta. Adam se acerca y abre, revelando a una mujer elegantemente vestida, sosteniendo un portatrajes negro.
—Buenas noches, soy parte del equipo de Massimo. Él ha seleccionado algo especial para Brianna —dice la mujer con una sonrisa profesional mientras entrega el portatrajes.
La curiosidad me invade mientras tomo el traje y lo abro. Dentro, encuentro un vestido impresionante: es atrevido, ajustado, con cortes estratégicos que muestran mi figura sin ser vulgar. Es negro, con detalles de cuero y encaje que le dan un aire audaz y sexy. Es el tipo de vestido que te hace sentir poderosa al instante.
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Entre dos mundos
RomanceNueva en Londres, la protagonista de esta historia quiere hacerse un hueco en la ciudad inglesa. Diferente vida, casa, amigos se acercan a Brianna para cambiar su mundo y ese triangulo amoroso que formara con dos polos opuestos en una lucha constan...