La mañana en Hawái amaneció brillante y soleada, con una suave brisa que acariciaba las palmeras, y el aire olía a sal y a flores. Me desperté con la luz del sol filtrándose por las cortinas, y al abrir los ojos, vi a Adam, todavía dormido, con una expresión tranquila en el rostro. Me tomé un momento para contemplarlo, pensando en lo increíble que era poder vivir esto juntos.
Después de un desayuno ligero en nuestra villa —tostadas con frutas tropicales y jugo fresco—, nos dirigimos a la playa, donde nos esperaba una excursión para hacer snorkel. Adam, entusiasmado, había organizado todo con antelación, y yo no podía evitar sentir un cosquilleo de emoción por lo que nos esperaba.
—¿Estás lista para explorar el mundo submarino? —preguntó Adam mientras nos acercábamos a la lancha que nos llevaría a una zona de arrecifes.
—¡Más que lista! —respondí, poniéndome mis gafas de sol mientras me reía de su emoción. La idea de nadar entre peces de colores y corales siempre me había fascinado, pero hacerlo aquí, en Hawái, con Adam a mi lado, hacía que todo fuera aún más especial.
Subimos a la lancha con un grupo pequeño, y la travesía fue rápida. La brisa marina nos envolvía y las olas salpicaban, llenando el aire de risas y de esa sensación de libertad que solo el océano puede dar. Adam no paraba de hacer bromas, provocando las risas de todos a bordo, y yo no podía dejar de pensar en lo afortunada que me sentía de estar viviendo este momento con él.
Cuando llegamos a la zona de arrecifes, el agua era tan clara que desde la superficie se podían ver los corales y los destellos de peces multicolores nadando en todas direcciones. El guía nos explicó algunas instrucciones rápidas, y luego nos entregó el equipo de snorkel.
—¿Estás nerviosa? —me preguntó Adam, ayudándome a ajustar la máscara.
—Un poco, pero más emocionada que otra cosa —confesé, riendo mientras sentía la adrenalina correr por mis venas.
—Tranquila, estaré justo a tu lado —dijo, dándome un beso rápido antes de que ambos nos zambulléramos en el agua. El contraste entre el calor del sol y la frescura del océano fue revitalizante, y cuando abrí los ojos bajo el agua, un nuevo mundo se desplegó ante mí.
La vida marina era increíble: peces de todos los colores y tamaños pasaban nadando a nuestro alrededor, moviéndose en sincronía como si fueran parte de un ballet. Los corales, con sus formas y sus colores vibrantes, formaban un paisaje submarino que parecía sacado de un sueño. Me giré hacia Adam y vi su expresión de asombro, su sonrisa visible incluso bajo el agua, y no pude evitar reírme, haciendo burbujas que flotaban hacia la superficie.
Nadamos juntos, explorando cada rincón de aquel arrecife. Adam señalaba cada vez que veía un pez particularmente llamativo, y yo me acercaba para verlo de cerca, maravillada por la biodiversidad. En un momento, una tortuga marina pasó cerca de nosotros, y me agarré del brazo de Adam, emocionada.
—¡Viste eso! —dije cuando sacamos la cabeza del agua un momento, aunque mi voz se escuchaba amortiguada por la emoción y las olas.
—Es increíble, ¿verdad? —respondió él, con los ojos brillando, y luego me dio un beso rápido antes de sumergirse de nuevo.
Después de un buen rato explorando el arrecife, nos detuvimos sobre una roca plana que sobresalía del agua para descansar un poco. Nos quitamos las máscaras y nos dejamos caer de espaldas, mirando el cielo azul sin una sola nube.
—¿Sabes algo? —dijo Adam, girando la cabeza para mirarme. —No podría imaginarme haciendo esto con nadie más que no fueras tú.
Sentí mi corazón latir un poco más rápido al escuchar sus palabras, y una sonrisa suave se formó en mis labios.
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Entre dos mundos
RomanceNueva en Londres, la protagonista de esta historia quiere hacerse un hueco en la ciudad inglesa. Diferente vida, casa, amigos se acercan a Brianna para cambiar su mundo y ese triangulo amoroso que formara con dos polos opuestos en una lucha constan...