II
La extensa volatilidad de lo que soy
no se inscribe en el pergamino de lo exacto.En el resquebrajado eco de lo lógico
surge el grito sacrílego,se declama la sonora ambigüedad de lo inexplicable,
lo impronunciable, lo ilógico, lo surreal.Y mi cuerpo es comido por hambrientas palabras...
Y qué peligrosas son las palabras
porque se adhieren a la piel y la sangre
hasta que ya no hay manera
de desprenderse de ellas,
no hay manera de enviarlas lejos.¿Lo sabés?
Sabés acerca de la vesania que repta y se contorsiona
sobre los huesos
mientras continúa sus bocetos extraviados
como lámparas que alumbran desorientadas
los paisajes inconexos.Sabés del hogar maldito que se mece y estremece
entre cantarinas ruinas,
que se tortura hasta transformar la hiel en piedra preciosa,
tierra inhabitada de insensatos idiomas.El cuerpo no fue arrojado al lenguaje
yo he lanzado la coraza que habita este mundo
como única manifestación de mí,
directamente al cúmulo de palabras;yo he lanzado mi cuerpo al lenguaje.
He velado noctámbulas siluetas,
y caído bajo el hechizo sagrado,
como evangelizada por la sílaba esquiva.
He descubierto la cura certera para dolientes grietas,manantial que respira en el medio de la sed.
He besado el hogar que se hilvana
entre las vértebras del poema,
y he abrazado el lecho que arde
más allá de la sombra;hogar maldito de flores
y espesores.El poema es un grito descarnado
es un susurro breve y austero,
es piel voluble, esbozo hecho de agua,
que se desliza entre las horas idas;puerta hacia el vacío,
pasillo laberíntico
tapizado de espejos.
Y voy al encuentro de sus puertas
y sus brazos lánguidos
dan hogar a mi cuerpo ido.
¡Qué terrible es este amorío
de la lágrima y el extravío,
donde se pierde mi nombre!
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Los fantasmas que habitan las horas
Poésielas palabras que brotaron del vacío (Obra registrada, todos los derechos reservados.)