Fanfic inspirado en el libro El último rey dragón de Leia Stone.
El gran salón del trono estaba en penumbras, iluminado únicamente por la tenue luz que se filtraba a través de los altos ventanales de cristal marino. El ambiente, cargado de una pesada melancolía, reflejaba el estado del reino. Percy Jackson, el joven rey de Atlantis, estaba de pie junto al trono, su mano descansando sobre el respaldo dorado que había compartido con su difunta esposa, la reina Rachel. Era un trono forjado no solo para gobernar, sino para sostener el linaje más puro y poderoso que había existido jamás: la familia Jackson.
Percy no era simplemente un rey; era el último miembro con vida de un linaje tan antiguo como los mitos que dieron origen a su reino. Los Jackson habían sido bendecidos, y a la vez maldecidos, por su proximidad a los dioses. Generación tras generación, los dioses habían engendrado hijos con la familia Jackson, imbuyendo en su sangre una divinidad tan pura que, con el tiempo, había llegado a rivalizar con la de los propios dioses. La sangre de los Jackson no era solo azul; era dorada, resplandeciente, un símbolo de su deber sagrado de mantener a Atlantis a salvo de la oscuridad que siempre acechaba.
Sin embargo, en las últimas dos generaciones, los dioses se habían silenciado. Las voces que antes susurraban en los sueños de sus antepasados, las señales divinas que guiaban el destino de los Jackson, todo se había desvanecido. Solo una vez, hace 25 años, el silencio se rompió: Poseidón, el dios del mar, había visitado a la madre de Percy. De ese encuentro había nacido él, el último de los Jackson, portador de una sangre tan pura y poderosa que rivalizaba con la de los dioses mismos. Desde entonces, los dioses habían guardado el más absoluto silencio.
Esta pureza tenía un precio. El poder divino que corría por las venas de Percy era tan inmenso que una mujer normal no podía soportarlo. Su linaje, una vez una bendición, se había convertido en una carga insuperable. Rachel, aunque noble y con una pizca de sangre divina en su linaje —siendo su abuelo hijo del mismísimo Apolo—, no había podido resistir la inmensa presión de traer al mundo un heredero con tal poder. El cuerpo de una mujer sin suficiente divinidad no podía soportar la fuerza que el linaje de los Jackson confería a sus descendientes. Tres veces Rachel había quedado embarazada, y Tres veces el reino había celebrado con esperanza... solo para ser sumido en la desesperación cuando los bebés, demasiado débiles para contener esa divinidad, no lograron sobrevivir. La última pérdida, la que también había arrebatado la vida de Rachel, había sido la más devastadora, y había dejado a Percy como el último de su estirpe.
Chiron, su consejero más sabio, permanecía en silencio a su lado. La preocupación en los ojos del anciano era evidente, pero sabía que el dolor del rey era un abismo en el que no podía intervenir, solo acompañar.
—Lo intentamos, Chiron —murmuró Percy, rompiendo el silencio—. Rachel y yo... hicimos todo lo posible para asegurar la continuidad de este linaje. Pero no fue suficiente.
Chiron asintió, recordando los años difíciles que habían pasado. Rachel, aunque de noble cuna y con un linaje que se remontaba al propio Apolo, no poseía la fortaleza necesaria para llevar adelante el legado de los Jackson. El poder de Percy, demasiado grande, demasiado puro, había sido una carga insuperable para ella.
—Su majestad —dijo Chiron con suavidad—, todos lamentamos la pérdida de la reina. Era una mujer fuerte, pero incluso con la sangre de Apolo en sus venas, no fue lo suficientemente pura para soportar el peso de un heredero divino. Ahora, debemos mirar hacia adelante.
Percy cerró los ojos, luchando contra el dolor que aún ardía en su corazón.
—Rachel era todo lo que el reino podía esperar de una reina —susurró—. Sé que encontrar a alguien más será difícil. La sangre divina es escasa, Chiron. Casi ha desaparecido de este mundo. ¿Cómo puedo pedirle a alguien más que se arriesgue de la misma manera?
Chiron dio un paso adelante, su rostro marcado por las arrugas de la sabiduría y la experiencia, reflejando la gravedad de la situación.
—Lo entiendo, majestad. Pero el reino de Atlantis no puede permitirse perder su linaje. Si no encuentra a alguien con la suficiente sangre divina, el trono quedará vacío, y el caos seguirá. Recuerde la profecía: solo la sangre de los Jackson en el trono impide que Atlantis se sumerja en la oscuridad. Su familia es la única que lleva la herencia de los dioses en su forma más pura. Y ahora que los dioses han guardado silencio, desde el día en que Poseidón le dio la vida, solo usted puede mantener ese legado vivo. Necesita una mujer cuya sangre sea lo suficientemente fuerte para equilibrar la suya, alguien que pueda soportar el peso del poder divino que transmitirá a sus hijos. Debemos buscar, aunque sea en los rincones más lejanos del mundo, a una mujer que pueda compartir su carga. Alguien que no solo posea la sangre necesaria, sino la fortaleza para llevar el peso del legado de Atlantis.
Percy se giró hacia Chiron, sus ojos verdes llenos de una determinación renovada.
—Hemos buscado por todas partes, Chiron. Las familias nobles, los antiguos linajes, todos han sido agotados. Si Rachel, con la sangre de Apolo en sus venas, no pudo traer al mundo un heredero, ¿qué esperanza tengo de encontrar a alguien que lo logre?
Chiron lo miró con compasión, pero también con la resolución de quien sabe que el futuro del reino está en juego.
—Majestad, debemos considerar todos los caminos. Quizás la respuesta no esté en las familias conocidas. Quizás debamos mirar más allá, en lugares que aún no hemos considerado. Pero sepa que el reino confía en usted para encontrar la solución. Su gente necesita esperanza, y esa esperanza reside en usted y en el futuro que puede ofrecerles. Es un peso enorme, pero uno que su linaje ha llevado desde el principio de los tiempos. Ahora que los dioses han dejado de guiarnos, depende de usted preservar su legado.
Percy asintió lentamente, sabiendo que su deber como rey no le permitía rendirse.
—Entonces, continuaremos buscando —dijo con firmeza—. No importa cuánto tiempo tome o dónde debamos ir. Encontraré a alguien con la sangre suficiente para salvar a Atlantis. No permitiré que este reino caiga mientras yo lo gobierne. La sangre de los Jackson no se extinguirá mientras yo tenga aliento.
Chiron inclinó la cabeza en señal de respeto.
—El reino de Atlantis sigue adelante gracias a su determinación, majestad. Y juntos, encontraremos a la persona que asegurará la continuidad de su linaje.
Percy respiró profundamente, sintiendo el peso del deber sobre sus hombros, pero también la chispa de esperanza que Chiron había encendido en él. Sabía que la búsqueda sería larga y difícil, pero no podía permitir que el sacrificio de Rachel fuera en vano. Por el bien de Atlantis, debía seguir adelante, con la esperanza de que, en algún lugar del mundo, existiera alguien que pudiera compartir su destino y asegurar el futuro de su reino. Porque la sangre dorada de los Jackson no debía extinguirse; su linaje era el escudo que protegía a Atlantis de la oscuridad, ahora más que nunca, sin el amparo de los dioses.
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El legado de los dioses
FanfictionCuando Percy Jackson, rey de Atlantis, se ve obligado a encontrar una esposa con sangre divina para salvar su reino, descubre a Annabeth, una sacerdotisa del templo de Atenea y hija de la propia diosa. Juntos, enfrentan enemigos que buscan destruir...