El sol de la tarde se filtraba a través de las hojas de los árboles en el jardín del palacio, creando un mosaico de sombras y luces sobre el terreno donde Percy y Athan se encontraban. Desde el balcón, Annabeth observaba con una sonrisa mientras Percy enseñaba a su hijo mayor, ahora de 10 años, a luchar con una espada. Los movimientos de Athan eran todavía torpes, pero llenos de entusiasmo, y Percy, con la paciencia y el orgullo de un padre, lo guiaba en cada paso.
Athan había heredado su cabello rubio, pero los ojos verdes brillantes de su padre, así como la determinación que Percy mostraba en cada aspecto de su vida. Mientras Annabeth lo observaba, no pudo evitar sentir una mezcla de orgullo y nostalgia. Su hijo mayor estaba creciendo rápido, y cada día se parecía más a su padre, no solo en apariencia, sino también en su fuerza de voluntad y nobleza.
En sus brazos, Annabeth sostenía a su hija menor, Alyssa, que con solo 9 meses ya mostraba una dulzura y una tranquilidad que encantaban a todos en el palacio. Alyssa, a diferencia de sus hermanos, había heredado los ojos grises y expresivos de Annabeth, pero su cabello era oscuro, como el de Percy. Annabeth sonrió mientras miraba a su pequeña, que parecía fascinada por las sombras que se movían a su alrededor.
Junto a Annabeth, en el amplio balcón del palacio, jugaban Bastian y Dorian, sus hijos gemelos de 6 años. Los dos niños, al igual que Athan, eran una réplica en miniatura de Percy, con el cabello rubio desordenado y los ojos verdes que brillaban con una mezcla de travesura y alegría. Aunque compartían el mismo aspecto, sus personalidades eran diferentes; Bastian era el más serio y concentrado, mientras que Dorian era el más travieso y aventurero. A pesar de sus diferencias, los dos hermanos estaban increíblemente unidos, y su risa compartida llenaba el aire mientras jugaban juntos.
Annabeth los observó por un momento, su corazón lleno de amor y gratitud por la familia que había construido con Percy. Era un espectáculo hermoso, sus hijos jugando con la inocencia de la infancia, mientras Athan entrenaba con su padre, preparándose para el futuro que algún día le aguardaría como heredero de Atlantis.
Alyssa se movió ligeramente en sus brazos, soltando un pequeño balbuceo que hizo que Annabeth bajara la mirada y la besara suavemente en la frente.
—Estás tan tranquila hoy, mi pequeña —susurró Annabeth con una sonrisa—. ¿Te gusta ver a tus hermanos jugar?
Alyssa la miró con sus grandes ojos grises, como si entendiera cada palabra. Annabeth no pudo evitar reírse suavemente, maravillada por lo especial que era tener una hija que compartiera su misma mirada, pero que también tenía algo de Percy en el cabello oscuro que caía suavemente sobre su frente.
Volvió su atención hacia Percy y Athan, quienes continuaban su entrenamiento en el jardín. Percy estaba mostrando a Athan cómo sostener la espada con más firmeza, guiando sus movimientos con una paciencia infinita. Annabeth observó cómo Athan intentaba seguir los pasos de su padre, su rostro lleno de concentración y determinación. Era en esos momentos cuando veía cuánto había crecido su hijo mayor, cuánto se parecía a Percy, y cuán grande era su potencial.
—Lo estás haciendo bien, Athan —escuchó decir a Percy, su voz cargada de orgullo—. Recuerda, la fuerza no lo es todo. La estrategia y la precisión son igual de importantes.
Athan asintió, tratando de aplicar los consejos de su padre, pero también con esa impaciencia natural de un niño que quiere impresionar. Annabeth sonrió con ternura, sabiendo que Athan, aunque todavía tenía mucho que aprender, ya mostraba signos de ser un líder nato.
Mientras observaba, sintió un movimiento a su lado. Bastian y Dorian habían dejado de jugar por un momento y se acercaron a ella, mirándola con curiosidad.
—Mamá, ¿podemos también aprender a luchar con papá? —preguntó Bastian, sus ojos verdes brillando con entusiasmo.
Dorian asintió vigorosamente, saltando en su lugar.
—¡Sí! Queremos ser fuertes como papá y Athan —agregó, con una gran sonrisa.
Annabeth rió suavemente, inclinándose para acariciar el cabello rubio de ambos niños.
—Pronto, mis amores —dijo con suavidad—. Aún son un poco pequeños, pero no se preocupen. Papá los entrenará cuando estén listos, y sé que serán tan valientes y fuertes como él.
Los gemelos intercambiaron una mirada de complicidad y asintieron, satisfechos con la promesa de Annabeth, antes de volver a sus juegos. Annabeth los observó mientras regresaban a su rincón del balcón, contenta de ver la alegría en sus rostros.
Al ver a sus hijos así, felices y saludables, Annabeth no pudo evitar sentirse abrumada por la bendición que era su familia. Nunca había imaginado este camino para su vida, pero no había un solo momento en que lo hubiera cambiado. Ser madre de estos niños, verlos crecer y desarrollarse bajo su cuidado y el de Percy, era un regalo que nunca había esperado, pero que atesoraba con todo su corazón.
Miró de nuevo a Percy y Athan, y sintió que el tiempo se detenía por un momento. El amor de su vida y su primer hijo, juntos, construyendo un legado que algún día sería el pilar de Atlantis. Y luego miró a Alyssa, Bastian, y Dorian, y sintió que su corazón estaba completo.
—No hay nada en este mundo que desee más que esto —susurró para sí misma, mientras acariciaba suavemente la cabeza de Alyssa—. Esta es mi familia, mi vida, y no podría pedir nada más.
El sol comenzó a ponerse, bañando el jardín y el balcón con una luz cálida y dorada. Los sonidos de la risa de sus hijos y el suave murmullo del viento en las hojas llenaban el aire, creando una melodía que Annabeth sabía que atesoraría para siempre. En ese momento, todo estaba en su lugar, y el futuro que había imaginado para ellos, lleno de amor y esperanza, se desplegaba ante sus ojos.
Con una sonrisa tranquila, Annabeth cerró los ojos por un instante, abrazando a Alyssa con más fuerza, sabiendo que estaba exactamente donde debía estar, rodeada de todo lo que amaba y protegida por el amor incondicional de Percy y sus hijos.
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El legado de los dioses
FanfictionCuando Percy Jackson, rey de Atlantis, se ve obligado a encontrar una esposa con sangre divina para salvar su reino, descubre a Annabeth, una sacerdotisa del templo de Atenea y hija de la propia diosa. Juntos, enfrentan enemigos que buscan destruir...