0. Ojos azules

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No era la primera vez que había estado en aquella oficina desde que se le ocurrió la maravillosa idea de unirse al FBI como un colaborador independiente. Llamarse a si mismo de esa manera aún le causaba una sensación de rechazo, porque no era  lo que había querido cuando decidió que ser un agente de la ley. Estaba muy lejos de sus aspiraciones reales.

Estaba aprendiendo que su realidad era esta: casi nunca las cosas salían como esperaba.

Quizá fue muy ingenuo de su parte tratar de alejarse del camino gris, mayormente oscuro, que había elegido gran parte de su familia, al menos del lado paterno. Por muchas generaciones los Petrov habían estado ligados al crimen organizado, mafia rusa, la Bratva. Su tatarabuelo, su bisabuelo, su abuelo, su padre, sus tíos, sus jodidos primos. Se esperaba que él mismo eligiera unirse a la hermandad y aceptar seguir con el legado de servidumbre perpetuo del que parecían no poder escapar .

Govno. Eso no era algo que quisiera para sí mismo. Migrar a Norteamérica a una edad temprana le dio un poco más de libertad, pero esa era la frase clave 'un poco', porque sus padres aún esperaban que al igual que sus hermanos mayores y sus primos, al cumplir una edad adecuada, o sea los 16 años, fuera iniciado en la hermandad.

Al demonio, Matvey Stevanovich Petrov no iba a ser un maldito perro faldero de la Bratva. No iba a convertirse en el estereotipo del ruso mafioso que a los estadounidenses tanto les gustaba ridiculizar. Él podía ser más que eso, quería desesperadamente ser más que eso. Era listo, por supuesto que sí. Tenía planes, y había empezado a trabajar duro por ellos desde los trece años, aplicándose en los estudios para un día poder entrar a la universidad, ser el primer Petrov al que su futuro le importaba una mierda. Cuando su familia logró la residencia, ese futuro parecía cada vez más posible.

La necesidad de forjar su propio camino solo aumentó cuando a los diecisiete descubrió que era gay. ¿Un ruso gay en una familia que arrastraba todos los prejuicios de la madre patria? Esa era una receta para el desastre. Era un certeza que a veces no lo dejó dormir por días, cuando a su cerebro le daba por imaginar escenarios fatídicos; en cada uno de ellos su futuro se volvía más oscuro que la noche.

Y bueno, esa certeza se vio cumplida cuando a los dieciocho, uno de sus primos lo descubrió siendo besado por un chico en medio de un club de mierda cuando se supone que debería estar haciendo "encargos" para la familia, lo que significaba que estaba realizando cosas ilegales.

Su padre le dio una paliza que lo dejó meando sangre por una semana entera. Y ese solo suceso provoco tal caos en su vida que por un tiempo Matvey se preguntó si realmente valía la pena vivir. Su padre no solo se enteró de sus orientación y preferencias sexuales, también supo de sus planes de ir a la universidad.

Ese sueño fue pisoteado con bastante facilidad. Como un insecto en el pavimento.

De hecho estaba seguro que de un momento para otro terminaría siendo silenciado para siempre. Su padre no sería el primer ruso devoto que preferiría ver a su hijo muerto antes que vivir con el conocimiento de que era un Pydor, un vil marica que estaba avergonzando a su familia. La única razón por la que pudo seguir con vida fue porque su tío, Mikhail, el hermano mayor de su padre, intervino.

De todos sus tíos, Mikhail era el más 'decente'. Trabajaba para los Rylov;  una familia poderosa que no solo estaba muy cerca del Pakhan, uno de los jefes de la Bratva, sino que también habían creado un mini imperio legal en aquel país norteamericano. También eran un poco más progresistas. Algunas de esas cosas se le habían pegado a Mikhail.

Viendo al pasado sabía que su tío solo quiso ayudarlo, convenciendo a su padre de que lo dejara vivir, pero eso no era suficiente. Matvey no quería ser un maldito peón toda su vida, así que si no iba a ir a la universidad, tomaría la siguiente opción.

Metanoia (Love & Pain #1)©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora