4. Ouroboros

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No podía ser tan fácil, eso lo sabía

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No podía ser tan fácil, eso lo sabía. Así que aquella noche necesitaban estar alerta por muchas razones, más que solo por encontrarse con Killian Salazar.

Ouroboros era un club, como no podía ser de otra manera. Oh, pero no era uno de los clubes promedio que permanecían a Killian. Este era en extremo exclusivo, el tipo de lugar en el que solo podías entrar con una invitación como las que les fue entregada el día anterior. Dicha invitación tampoco se podía duplicar porque contaba con un pequeño código que era escaneado justo antes de entrar al parqueo.

El lujo se notaba desde la entrada, con los autos costosos que hacían cola para llegar al servicio de Valet.

—¿Crees que nos dejen entrar? — preguntó el ruso desde el asiento del pasajero.

Sus manos se deslizaron por el frente de su camisa con cierto desdén. Ninguno de sus alias tenía un sentido de la moda elegante, así que podía entender por qué parecía tan molesto. Y eso solo empeoraba cuando veían a las personas que bajaban de los autos; hombres con trajes de diseñador y mujeres con vestidos exquisitos y joyería que solo verías expuesta en Cartier o alguna mierda parecida.

Ellos en cambio habían elegido atuendos bastante sencillos. Por experiencia sabía que usar atuendos más sofisticados o elaborados solo atraería la atención de Killian, lo haría sospechar. Porque había conocido a Jett, y sabía que no era el tipo de persona que se preocupaba demasiado por estar a la moda o impresionar. Era más del tipo que sabía que era atractivo y que eso era más poderoso que cualquier atuendo.

Entonces Matvey vestido con unos pantalones anchos de color negro y una camisa de seda en color blanco debía ser suficiente. De hecho se veía encantador, con las gafas y el cabello alborotado muy al estilo de Matthew Gray Gubler en algunas de las temporadas de Criminal Minds. Por supuesto, jamás lo diría en voz alta. Le gustaban sus dientes en el lugar en el que estaban.

En cuanto a su atuendo, era simple. Vaqueros oscuros ajustados, botas. Una camisa de botones en color vino abierta hasta la mitad del pecho para dejar ver los tatuajes en sus clavículas y una chaqueta ligera.

Faltaba solo un auto antes de que fuera su turno. El tiempo suficiente para tomar una última respiración y meterse de lleno en su personaje. Por el rabillo del ojo vio que Matvey hacía lo mismo, deslizándose en la piel de Eric Andreyev. Sus hombros se relajaron debajo de su abrigo, y sus facciones pasaron de cautelosas a algo cargado de curiosidad nerviosa. Era un poco fascinante ver el cambio, a pesar de que él mismo había realizado esas transiciones en trabajos pasados.

Al principio resultaba un poco desorientador y por eso se supone que debía haber un periodo de adaptación antes de cada trabajo de encubierto. Los agentes necesitaban familiarizarse con su alias, para evitar cometer errores en los momentos más inoportunos. Para veteranos como él y Matvey, mudar de piel era como una segunda naturaleza.

O debería serlo. Pero de nuevo, esta misión en específico estaba costando más de lo esperado. Quizá era porque ninguno de los dos sabía cómo trabajar juntos. Bueno, tendrían que superar esa incomodidad cuanto antes para poder entregar resultados.

Metanoia (Love & Pain #1)©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora