Habían pasado alrededor de 12 horas desde la visita a Ouroboros y Harry aún no había mencionado una sola palabra de lo que ahí sucedió. Durante el camino de regreso sólo le habló para pedirle que se abrochara el cinturón con un "sabes cómo es, corderito. Si no te pones el cinturón, no me muevo". Y luego todo había sido silencio. Lo del auto lo entendía, porque nada les aseguraba que Killian Salazar no hubiera pedido que les colocaran algún micrófono o una cámara mientras el auto se quedaba en el estacionamiento. Por lo tanto era mejor ser cautelosos.¿Pero dentro del apartamento? Tenían medidas de seguridad, sabrían si alguien se colaba dentro para colocar cámaras o micrófonos. Eso no había sucedido, por lo que el silencio prolongado de Brixton era molesto. ¿Estaba enfadado? Pues bien podría decirlo en voz alta, después de todo, no era del tipo de quedarse en silencio cuando algo le molestaba, no con él; tenía la odiosa costumbre de quejarse por todo solo para sacarlo de quicio. Como la vez hace unos años que Motya le compró un café y el idiota pasó una tarde entera acusándolo de haber querido provocarle diabetes por lo dulce que estaba.
Que no hubiera dicho nada, ningún reclamo, ninguna queja, lo ponía de los nervios. Las ganas de acercarse y tomarlo por el cuello para hacerlo hablar eran bastante grandes. Ah, pero no, el imbécil estaba preparando el desayuno- un par de tostadas y huevos- en un silencio absorto. Su ceño fruncido solo le daba un aire más taciturno. Su cabello rubio de bote era un desastre porque cada poco se lo frotaba de manera descuidada. Inconscientemente debía odiar tanto el color como él mismo lo hacía.
¿No era eso ridículo? No tenía nada en contra del cabello rubio. Joder, Dolohov tenía el cabello rubio y jamás había sentido como si el color de su fuera una ofensa directa contra su persona. Pero ver a Brixton con esos mechones rubios le provocaba una sensación desagradable en la boca del estómago. La peor parte es que se veía natural, un trabajo bien hecho que daba la impresión de que el bastardo era rubio de nacimiento.
Y sus ojos, no quería empezar a despotricar por dentro debido al color de las putas lentillas. ¿Y qué si eran verdes? ¿Qué más le daba si no podía observar el azul natural de sus irises. No era la primera vez que Brixton iba de encubierto cambiando su apariencia un poco. Por ejemplo, ahí estaba hace unos meses cuando se tiñó el cabello de un color castaño más claro y usó lentillas marrones; entonces no le molestó tanto como ahora.
Ah, pero solo se estaba engañando como un gran tonto, ¿no? En el fondo sabía la verdad. Sabía que no era el cabello rubio que ahora portaba, ni las lentillas de color verde. Era todo lo que aquel alias, Jett Thorton, representaba. El pasado que tenía en L.A. sus vínculos con Salazar...
Apretar la mandíbula fue la única manera de contener el gruñido que subió por su garganta al pensar en Killian. Ese hijo de cien mil putas que se creía intocable.
Cuando leyó el plan de la misión ya sabía que Killian Salazar era un objetivo difícil. También sabía que no era un criminal cualquiera. El tipo era listo, como la mayoría de criminales de su calibre, porque después de todo, aunque no fue él quien levantó toda la red que tenía bajo su poder, si que se había encargado de mantenerla a flote y próspera desde que su padre le cedió el mando. Y eso no se lograba sin ambición e inteligencia. Algo que todo agente de la ley odiaba reconocer; que a veces los malos eran tan buenos siendo malos porque no tenían un pelo de tontos, e incluso llegaban a tener un coeficiente intelectual más alto que la media. La falta de escrúpulos también era gran parte de su éxito.
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Metanoia (Love & Pain #1)©
RomanceCuando no sabes quién eres, es fácil vivir en un mundo lleno de... mentiras. Pero es peor amar a alguien que no sabe quién es, ni lo que quiere. A través del dolor aprendes que los cambios no solo deben ocurrir en la mente, o en el corazón. También...