CAPÍTULO 4

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Cuando entró en el salón, Max estaba sentado en el sofá con un libro entre las manos.
Tenía el aspecto de alguien que no se hubiera movido del sitio durante horas. No se molestó en saludar a Nat, que, tras una corta pausa, esperando su repentina explosión de furia, que no llegó, cerró la puerta y se dirigió a la cocina. Esbozaba una sonrisa. Max no lo engañó ni por un momento con su aire de indiferencia, le había visto mirando por la ventana justo antes de entrar por la puerta del jardín.
Dejó el abrigo sobre una de las sillas de la cocina, se quitó las zapatillas y preparó café.
Max entró como un gato en busca de su comida diaria. Llevaba vaqueros y camisa de algodón.
-Será mejor que llames a New -murmuró, apartando una silla con el pie para sentarse
en ella -¿Por qué? -dijo Nat con curiosidad, y mirándolo por un instante.
-Porque no he parado de llamarlo creyendo que estarías en su casa, y él no me lo quería
decir.
-¿Y por qué estás tan seguro de que no ha sido así?
Antes de contestar, Max guardó silencio por unos instantes.
-Porque llamé a mi madre para que cuidase de los niños y me fui a su apartamento para
ver si era verdad. -Así que no sólo New, sino también su madre sabe que he estado fuera
todo el día -dijo Nat con acritud sirviéndose el café, que ya estaba listo.

No puedes echarme la culpa de que estuviera tan preocupado después de cómo te fuiste -se quejó Max.

«Eso está mejor», pensó Nat. «Eso le enseñará a no tratarme como a un niño. Puede
que lo sea, pero eso no significa que me guste que me traten como tal. Además, así se dará
cuenta de que su predecible esposo no es tan predecible después de todo.»

Se sentó frente a él, tomando con gusto la taza de café caliente entre las manos,
todavía frías. Max se pasó las manos por el pelo y luego las apoyó sobre la mesa y comenzó a tamborilear con los dedos, como si algún pensamiento le rondara en su interior. Inclinó la cabeza hacia delante. Tenía el pelo revuelto, como si se hubiera pasado las manos por él muchas veces.
Nat nunca lo había visto así, con un aspecto tan frágil.
-Tus padres también lo saben -dijo inesperadamente- Los llamé cuando no se me ocurrió ningún otro sitio donde pudieras haber ido. Han estado esperando que aparecieras toda la tarde. Será mejor que los llames para decirles que estás bien.

Así que sólo se le había ocurrido llamar a tres sitios para localizarla. ¿Qué le decía eso
a él de sí mismo? Se preguntó, pero decidió que ya había hecho suficiente auto análisis aquel día y decidió posponer la respuesta.

-Te voy a decir una cosa, Max -le sugirió- ¿Por qué no los llamas tú ya que fuiste tú
quien los has preocupado? Llama a tu madre y a New, no tengo ninguna gana de hablar.
-¿Con quién? ¿Con mi madre?
-No, con New -dijo Nat sarcásticamente- Has sido tú el que la has vuelto a meter en este lío después de decirle que se ocupara de
sus asuntos, así que, si crees que está preocupada, llámala tú.

-iTodos estábamos muy preocupados! -exclamó Max, dirigiéndole una mirada furiosa.
-No pienso suicidarme -dijo Nat con calma, sorbiendo su café. Cuanto más nervioso
estaba Max, más tranquilo estaba él- Puede que me hayas tomado por un imbécil, pero no me voy a perder el resto de mi vida por eso.
-¡Yo no te he tomado por un imbécil!
-Claro que lo has hecho. Por ejemplo, cuando has perdido el tiempo pensando que había hecho una tontería -dijo Nat con mordacidad.
Max tragó saliva. Quería contenerse, evitar cualquier disputa.

-¿Dónde has ido? -preguntó.
-A Bangkok -respondió Nat, irguiendo la cabeza con orgullo.
-¿A qué parte de Bangkok? ¿Y para qué? Has estado fuera desde las diez de la mañana,
¡casi doce horas! ¿Qué has estado haciendo durante doce horas si las tiendas están
cerradas?
-¡Puede que haya salido con un hombre! -exclamó Nat, y vio con satisfacción que a
Max le mudaba el semblante- No es tan difícil encontrar uno, ¿sabes? Puede que haya
decidido echar una canita al aire e irme a buscar... comprensión, ya que, últimamente, no encuentro mucha en esta casa -dijo con ironía.
Max se puso de pie, dando un golpe con la silla contra el suelo.
-¡Ya basta! -dijo Max, pasándose la mano por el pelo- ¡Deja ya de tomarte la revancha!
No solías disfrutar haciendo daño a los demás.

Infidelidad. MaxNat. ADAPTACIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora