Al llegar el fin de semana, los mellizos se dieron cuenta de que algo extraño sucedía. Y,
como siempre, fue la observadora y callada Sammy quien quiso saber qué era.
-¿Por qué estás durmiendo en la habitación de Phayu, papá? -preguntó el domingo por
la mañana mientras toda la familia estaba reunida en la cocina, desayunando.
La niña lo había descubierto porque aquella mañana Phayu había dormido hasta más
tarde de lo acostumbrado, con lo cual, Nat también se había despertado tarde. Después
de pasar varias noches durmiendo mal en una cama demasiado pequeña y atormentado por sus pensamientos, estaba exhausto; la noche anterior, para su alivio, había conciliado el sueño nada más meterse en la cama, y no se había despertado hasta que Phai entró en la
habitación. Pero no se sentía mucho mejor que los días anteriores, Porque, si dormir había servido para dar descanso a su cuerpo, su mente no había reposado en absoluto. -sabía qué había soñado, pero, desde luego, sus sueños no habían aliviado el peso de su corazón, ni su rabia, ni su amargura. Incluso se aborrecía a sí mismo por no hacer nada para remediar la situación.
Max le había aconsejado que no tomara ninguna decisión hasta que no estuviera un poco más tranquilo- hasta que dejara de ser la criatura patética en que se había convertido-, pero aquel consejo sólo le servía como excusa para no enfrentarse a la realidad.
Max no tenía mejor aspecto que él, su rostro reflejaba la misma tensión. Desde la
noche fatídica de la llamada de New, había estado llegando a las seis y media todos los días.
Nat sospechaba que se debía más a que lo había criticado como padre que al deseo de
demostrarla que su aventura había terminado.
Llegaba a tiempo de bañar a los niños y meterlos en la cama mientras él preparaba la
cena. En apariencia, su vida transcurría normalmente, y los dos hacían un gran esfuerzo por que los niños no se enteraran de sus problemas.Cada noche, durante la cena, Max hacía algún intento por mantener una conversación,
pero Nat permanecía en silencio, de modo que él desaparecía en su estudio en cuanto
terminaban de cenar. Nat recogía la mesa y subía a acostarse a la habitación de Phayu,
sintiéndose cada día un poco más solo, un poco más deprimido.
Saber que su marido lo engañaba había supuesto para él un golpe brutal que había
conseguido anular su voluntad, de modo que su vida transcurría en una lenta monotonía y no se daba cuenta de lo que hacía. Max lo observaba, serio y en silencio, esperando que Nat saliera de su letargo y estallara.
En aquellos momentos, la pregunta de su hija la devolvía a su cruda situación. Se sonrojó
ligeramente, y se las ingenió para dar una respuesta coherente.
-A Phayu le están saliendo los dientes otra vez. Max arrugó ligeramente el periódico
que estaba leyendo, y Nat se dio cuenta de que estaba escuchando. Y puede que también lo estuviera mirando de reojo. Él no lo miró. En realidad, le importaba muy poco lo que pudiera hacer.
Castaña y con ojos marrones, Sammy tenía, además, la misma mirada inteligente de Nat.
Asintió, como si comprendiera perfectamente lo que decía. Los dientes de Phayu
habían sido un tormento para todos en las noches anteriores. Aunque a Nat no se le había ocurrido irse a dormir a su habitación. Pero aquello no se le había ocurrido a Sammy, que prestaba atención a su querido padre Max.-Seguro que echas de menos no poder abrazar a papá, ¿verdad, papi? -dijo bajándose
de la silla y acercándose a Max-. Si me lo hubieras dicho, habría ido a darte un abrazo -dijo y fue a sentarse sobre las rodillas de su padre, sabiendo que sería bien recibida.
La tensión se apoderó de la habitación.-Muchas gracias, mi reina -dijo Max, doblando el periódico para prestar atención a su
hija- Pero creo que puedo estar solo unos días más antes de que me sienta completamente
triste.Si aquel comentario iba dirigido a él ,Nat, lo ignoró, y siguió sentado bebiendo café,
sin revelar el esfuerzo que le costaba.
Observó a Max, allí sentado, con su albornoz azul, que dejaba al descubierto sus pectorales. Besó a Sammy en la mejilla y esbozó una sonrisa tan encantadora que a Nat se le hizo un nudo en el estómago, como si tuviera celos de su hija.
¿Celos de su propia hija! ¿Cómo era posible tanta amargura?
No pudo evitar dar un respingo mientras recogía los platos. Max lo miró y Nat le
devolvió la mirada. Max debió ver algo en sus ojos, porque frunció el ceño. Nat se
dio la vuelta de inmediato. Estaba incómodo y desconsolado.
Pero su marido y sus hijos parecieron ignorar su reacción. Phai intervino en la
conversación que Max estaba teniendo con Sammy, e incluso Phayu insistió en que le sacaran de su silla. Max lo sacó y lo sentó sobre sus rodillas, mientras el niño alegraba la conversación con sus particulares gorgojeos. Nat no pudo soportarlo. Había algo en aquella atmósfera de cariño que le ponía los nervios de punta. Se sentía incapaz de unirse a ellos,
como habría hecho normalmente. Yim se lo impedía. Su imagen era como un muro infranqueable que le separaba de su familia, del afecto y el amor de los suyos.
Dejó de fregar los platos, porque corría el riesgo de romper alguno y salió de la cocina
diciendo entre dientes:
-Voy a hacer las camas.
Nadie le oyó y se sintió aún peor, más apartado de su familia.
Estaba en su dormitorio, el dormitorio de Max y él, mirando al vacío, cuando entró Max.
Con un gesto nervioso se dirigió al baño, tratando de aparentar que eso estaba
haciendo cuando Max abrió la puerta. Cuando salió, Max seguía allí, al lado de la ventana y
con las manos metidas en los bolsillos. Era alto y gallardo y, en aquel momento, estaba tan atractivo que a Nat le daban ganas de tirarle algo, de hacer cualquier cosa para mitigar su profundo dolor.
Haciendo un esfuerzo por ignorar su presencia, comenzó a arreglar la habitación. Se acercó a la cama, que, desde la llamada de New, se había convertido en el mueble más
odioso de la casa. Cada día era más difícil estirar las sábanas, ahuecar las almohadas, cubrirla con la colcha. Olía a Max, a su olor limpio y masculino. Despertaba sus sentidos, que creía dormidos. Al contrario de lo que había esperado, su deseo por Max no había disminuido, sino todo lo contrario. La traición de Max no había provocado más que la odiosa actitud de estar siempre pendiente de él. El odio alimentaba el deseo, y el deseo hacía su tormento todavía mayor.
Max se dio la vuelta lentamente y observó a Nat.
Al cabo de un rato, cuando el silencio comenzaba a hacerse insoportable, se acercó a él y se interpuso en su camino. -Nat... -dijo con suavidad.
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Infidelidad. MaxNat. ADAPTACIÓN.
FanfictionAdaptación.TODOS LOS CRÉDITOS A LA AUTORA ORIGINAL SINOPSIS Nat y Max tenían tres hijos y formaban un sólido matrimonio, o al menos eso era lo que Nat pensaba. Pero su feliz existencia se hizo añicos cuando supo que Max tenía una aventura, Entonc...