CAPÍTULO 6

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Si alguna vez Nat... qué? Se preguntaba Nat metido en el pequeño cuarto de baño de
Phayu mientras esperaba a que Max saliera de su dormitorio para no tener que
encontrarse con él.
¿Si alguna vez Nat descubría que había habido otro hombre? Bueno, Nat ya lo había
descubierto.
¿Si alguna vez Nat decidía crecer?, se dijo cínicamente, y se miró al espejo con
cierto sobresalto, porque era casi como mirar a otra persona.
«Mírate, se dijo. «Escondiéndote aquí cuando ni siquiera tienes que usar el baño. No te
atreverías a bañarte por miedo a que el agua te estropeara el peinado, ni a lavarte por si no
puedes rehacer el maquillaje. Max te va a invitar a cenar, pero sólo porque se siente
culpable. y, además, espera salir con la persona que acaba de conocer, la misma que te mira desde el espejo, pero esa persona no es más que una ilusión. Un disfraz bajo el que el verdadero Nat está tratando de ocultarse.

Oyó que se cerraba una puerta y luego el andar característico de Max, que bajaba las
escaleras. Nat dio un profundo suspiro, miró de reojo al hombre del espejo y salió de su
escondite. En el brazo llevaba uno de los trajes que se había comprado, y lo colgó en la
puerta del guardarropa, luego, se alejó unos pasos, preguntándose si se atrevería a ponérselo o no.
Era muy sexy. De encaje color rubí y seda negra, dejaba al descubierto los hombros y
buena parte de la espalda. La dependienta se había dado cuenta de su desconcierto al ver
cuánto exponía su cuerpo y había ido a buscar una chaquetilla de terciopelo negra con mangas y cuello alto, que sólo dejaba expuesto el tentador escote.
¿Iba a ponérselo o no?, se preguntó reflexivamente. ¿O se ponía el traje  negro que
llevaba normalmente cuando salía con Max?
Sammy entró apresuradamente en la habitación, colorada y oliendo a polvos de talco. Se acercó a Nat y abrió mucho los ojos al ver el traje nuevo.
-¿Te lo vas a poner, papá? -preguntó con dulzura. -No lo sé -respondió Nat con
incertidumbre- Puede que ... lo mejor sea ponerme mi traje negro ... -dijo extendiendo el
brazo para sacarlo del armario. La niña lo detuvo.
-¡Pero no puedes ponerte eso! -exclamó con horror- Papá se ha puesto su esmoquin con
pajarita esta guapísimo.
Nat frunció los labios. Sin duda, el maravilloso papá de Sammy merecía algo mejor que su viejo traje negro.
-Además, ese traje negro es muy aburrido -dijo la niña.
«Aburrido», se repitió Nat. Era una palabra con la que estaba muy familiarizado las
últimas semanas.
-Bueno, entonces, me pondré el rojo -dijo. Si el viejo Nat era aburrido, el nuevo
estaba decidido a no serlo-. Ve a ayudar a la abuela mientras yo me visto.
Se agachó y le dio un beso en la mejilla. Sammy salió corriendo de la habitación.
A Nat le dio la impresión de que estaba impaciente por ayudar a su abuela, orgullosa de colaborar a que sus padres pudieran salir.
Se vistió y bajó. Sus hijos y su suegra, que estaban cenando en la cocina, se quedaron
boquiabiertos. Había llegado el momento de saber la opinión del verdadero experto, pensó
deteniéndose antes de entrar en el salón. Sammy tenía razón, se dijo observándolo al entrar, Max estaba guapísimo con el esmoquin.

Pero se trataba de algo más que del elegante corte del traje, era el hombre que lo llevaba el que marcaba la diferencia

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Pero se trataba de algo más que del elegante corte del traje, era el hombre que lo llevaba el que marcaba la diferencia. Tenía un aire de madurez y sofisticación que parecía aumentar el innato atractivo que siempre había tenido.
Estaba junto al mueble bar, sirviéndose una tónica, y no se había dado cuenta de su
presencia. Nat se alegró porque así tenía tiempo de calmar el efecto que tenía sobre sus
sentidos. Llevaba el pelo tan informal como siempre, ni muy corto ni muy largo, con un peinado ni moderno ni anticuado. Y eso decía mucho de su carácter. Max siempre dejaba huella en la gente porque no era ni muy convencional ni demasiado extravagante. Era un hombre con una gran confianza en sí mismo, pero que mantenía en el misterio una parte de su personalidad, lo que le hacía aún más atractivo.
Nat no podía dejar de sentirse intimidado ante aquel hombre y pasaba nerviosamente
los dedos por el borde de la chaquetilla. No solía pensar en él en aquellos términos. De hecho, no solía pensar en él como otra cosa que no fuera su marido. Ésa era otra novedad a la que tenía que hacer frente, que pudiera sentirse intimidado por un hombre con el que llevaba viviendo siete años.

Infidelidad. MaxNat. ADAPTACIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora