Me desperté temprano, como de costumbre, y tras revisar mi teléfono sin grandes novedades, decidí preparar un desayuno sencillo: una taza de café y tostadas con aguacate. Mientras bebía mi café, pensaba en lo que iba a hacer durante el día. Jude tenía entrenamiento y yo probablemente aprovecharía para avanzar en algunos proyectos pendientes.
Pero justo cuando terminé el desayuno, mi teléfono sonó. Lo miré con curiosidad, ya que no esperaba ninguna llamada a esa hora. En la pantalla aparecía el nombre de Fede, uno de los compañeros de equipo de Jude y un gran amigo nuestro. Sentí una ligera punzada de preocupación en mi pecho; Fede casi nunca me llamaba, y menos a estas horas.
—Hola, Fede — contesté intentando sonar calmada —
—Hola, Amelia — respondió él con una voz que confirmaba mis temores — Mira, no quiero alarmarte, pero Jude ha tenido una pequeña lesión en el entrenamiento. No es nada grave, pero él me pidió que te llamara para que lo supieras
Mi corazón se hundió en el estómago. Jude odiaba las lesiones, más que cualquier otra cosa en el mundo. El fútbol era su vida, y la idea de no poder jugar le resultaba insoportable. Intenté mantener la calma.
— Gracias por avisarme, Fede. ¿Está bien? —pregunté, aunque sabía que probablemente no lo estaría —
— Sí, está bien, está consciente y todo, solo un poco fastidiado. Le están haciendo pruebas médicas ahora mismo para ver el alcance de la lesión. No te preocupes demasiado, ¿vale?
Asentí, aunque sabía que Fede no podía verme. Mi mente ya estaba en piloto automático.
— Voy para allá. Gracias de nuevo, Fede
— De nada, Amelia. Te veo pronto
Colgué y me quedé un segundo en silencio, intentando procesar la información. No podía quedarme quieta, así que rápidamente me vestí con lo primero que encontré, me arreglé un poco y salí hacia el coche. El trayecto a Valdebebas fue más corto de lo que recordaba, o quizás es que mi mente estaba tan centrada en Jude que no reparé en el tiempo.
Al llegar, los guardias de seguridad ya me conocían y me dejaron pasar sin problemas, aunque tuve que explicar brevemente la situación. Caminé por las instalaciones, intentando mantenerme serena, pero mi preocupación era evidente. Fue entonces cuando vi a Rodrygo a lo lejos y me acerqué a él, más nerviosa de lo que quería admitir.
— ¡Rodrygo! — lo llamé y él se giró al escucharme. Cuando llegué a su lado, noté su mirada comprensiva — ¿Dónde está Jude? ¿Está bien? — mi voz traicionó la calma que intentaba proyectar —
— Tranquila, Amelia. Relájate, no es nada grave —dijo Rodrygo, colocando una mano reconfortante en mi hombro. Asentí con un suspiro, intentando calmarme. Rodrygo continuó — Están terminando de hacerle las pruebas médicas ahora mismo. Debería salir en cualquier momento
— Gracias — respondí, y mientras esperábamos, saludé a algunos de los chicos del equipo que pasaban por allí. Les pregunté cómo llevaban los preparativos para el partido del domingo —
— Bueno, no estamos muy conformes con el empate de la semana pasada — dijo Kylian — pero queda mucha temporada por delante. Vamos a darlo todo, somos el Real Madrid
Asentí, sabiendo que aún había mucho tiempo para que todo se definiera, pero sin poder concentrarme completamente en la conversación. Mi mente estaba en otra parte, preocupada por Jude.
De repente, escuché las puertas abrirse y giré rápidamente. Ahí estaba él, mi Jude, apoyado en muletas, ya vestido y claramente duchado, pero con una expresión que hizo que mi corazón se encogiera. A pesar de todo, sonrió débilmente al verme y yo no pude evitar correr hacia él.
— Jude... — susurré, envolviéndolo en un abrazo —
Él trató de devolverme el abrazo, pero las muletas dificultaban el movimiento. Sentí su frustración y me separé suavemente para mirarlo.
— Vine tan pronto como pude — dije, tratando de darle ánimos, aunque podía ver en sus ojos que no estaba bien —
Jude intentó sonreír de nuevo y me besó suavemente en los labios, antes de bajar la mirada hacia sus muletas con resignación.
— Solo quiero abrazarte bien — murmuró, mirándome con una mezcla de tristeza y frustración —
Sonreí tiernamente y lo abracé de nuevo, esta vez con más fuerza, como si con ese abrazo pudiera quitarle todo el dolor que sentía.
Después de unos minutos, nos despedimos de los chicos y nos dirigimos hacia el coche. Ayudé a Jude a acomodarse en el asiento del copiloto, y una vez que estuvimos en marcha, el silencio en el coche se volvió pesado.
— ¿Qué te han dicho sobre tu rodilla? — pregunté finalmente, rompiendo el silencio. Quería saber exactamente qué estaba pasando, pero también me preocupaba cómo se sentía él —
— Los médicos creen que es una sobrecarga. Que necesitaba descansar y no pude más — respondió Jude, su voz llena de resignación — Me han dicho que estaré sin jugar hasta finales de septiembre, si todo va bien
Sentí un nudo en la garganta. Sabía cuánto significaba el fútbol para él, y escuchar que estaría fuera tanto tiempo... debía ser devastador. Sin embargo, no dije nada más. Sabía que las palabras no serían suficientes en ese momento. Lo dejé en paz durante el resto del viaje, cada uno sumido en sus propios pensamientos.
Cuando llegamos a casa, ayudé a Jude a salir del coche y a entrar en la casa. Lo vi luchar contra las lágrimas mientras se sentaba en el sofá, dejando las muletas a un lado. Apenas se acomodó, me abrazó de nuevo, esta vez con más fuerza. Fue entonces cuando finalmente se quebró.
— Jude, no pasa nada, mi amor — intenté consolarlo, acariciando su cabello suavemente — Todo va a estar bien. Sé que odias esto, pero es solo un obstáculo más. Eres fuerte y lo vas a superar. Estoy aquí para ti, y juntos vamos a salir adelante
Pero mis palabras, aunque sinceras, no parecían aliviar su dolor. Las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas, y yo simplemente lo sostuve, dándole todo el apoyo que podía.
Finalmente, después de unos minutos, Jude se apartó un poco, mirándome a los ojos con la cara todavía húmeda por las lágrimas.
— Amelia... — susurró — ¿Prometes estar a mi lado durante todo esto? No sé si podría hacerlo sin ti
— Por supuesto que estaré a tu lado — respondí sin dudarlo, tomando su rostro entre mis manos — No tienes que pasar por esto solo. Estoy contigo, siempre
Él me besó, un beso que fue una mezcla de gratitud, amor y dolor. Cuando se separó, susurró:
— No sé qué haría sin ti
Le sonreí con ternura, comenzando a acariciar su cabello en un intento de consolarlo más.
— ¿Sabes qué es lo mejor de todo esto? — preguntó Jude, rompiendo el silencio. Lo miré sin entender muy bien a qué se refería —
— ¿Qué podría tener esto de bueno? — pregunté con curiosidad —
Jude me miró a los ojos y, a pesar de todo, una pequeña sonrisa apareció en sus labios.
— Lo mejor de todo esto es que este año voy a poder pasar tu cumpleaños contigo, todo el día. No habrá entrenamiento, ni partido. Solo tú y yo. El año pasado el Real Madrid jugó en tu cumpleaños, y no pude estar contigo tanto tiempo como quería. Amo el fútbol, pero siempre me arrepentiré de que me haya quitado algo que amo más: a ti
Sus palabras me sorprendieron y me llenaron el corazón. Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos, pero esta vez eran de emoción. Me acurruqué junto a él en el sofá, apoyando mi cabeza en su hombro.
— Eres el mejor, mi amor, y sobre todo, el más fuerte — le susurré, sintiéndome increíblemente afortunada de tenerlo en mi vida — Estoy muy orgullosa de ti
Jude besó mi frente y en ese momento ambos supimos que, aunque el camino por delante sería difícil, lo enfrentaríamos juntos. Ser futbolista implica pasar por momentos como este, pero al final, con esfuerzo y dedicación, la recompensa siempre llega. Y qué mejor que atravesar este reto con la persona a la que más amas, la que es tu apoyo diario.