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Sus labios colisionaron contra los míos con una fuerza abrumadora, robándome el aliento y dejándome momentáneamente aturdido. Por un instante que pareció eterno, me quedé completamente inmóvil, mi mente un torbellino de confusión mientras luchaba por comprender la situación en la que me encontraba. La realidad de lo que estaba sucediendo parecía lejana, como si estuviera observando la escena desde fuera de mi propio cuerpo.

Sin embargo, en cuestión de segundos, fue como si un interruptor se activara en lo más profundo de mi ser, desencadenando una reacción que ni yo mismo esperaba. De repente, toda mi resistencia se desvaneció, y me encontré respondiendo al beso de Minho con una pasión que rivalizaba con la suya.

Mis manos, que antes habían estado tensas a mis costados, cobraron vida propia, aferrándose a su camisa con una desesperación que me sorprendió incluso a mí mismo.

La intensidad del momento era abrumadora, cada sensación amplificada por la adrenalina que corría por mis venas. Podía sentir el calor de su cuerpo, el sabor de sus labios, el ligero aroma de su perfume mezclándose con el olor a cuero de los asientos. Todo se fusionaba en una experiencia embriagadora que amenazaba con consumirme por completo.

Sentí las manos de Minho apretando mis caderas con fuerza y luego me subió a la mesa separando mis piernas para meterse entre ellas.

El beso se volvió más intenso, nuestras respiraciones entrecortadas llenando el aire. Mis manos se deslizaron por su espalda, sintiendo la tensión en sus músculos. En ese momento, todo lo demás desapareció; solo existíamos nosotros dos, consumidos por una pasión que habíamos intentado negar por demasiado tiempo.

Mientras nuestros labios seguían unidos en un beso apasionado, mis manos temblorosas comenzaron a desabrochar los botones de la camisa de Minho. La tela suave se deslizó bajo mis dedos, revelando poco a poco su piel cálida y con la sombra de las marcas que le había hecho hace una semana. Sentí sus dedos deslizarse bajo el borde de mi camiseta, su toque enviando escalofríos por mi piel. Con un movimiento fluido, me quitó la prenda, arrojándola al suelo sin cuidado.

Ninguno hablaba, no había nada qué decir.

Nuestras respiraciones se volvieron más pesadas mientras explorábamos el cuerpo del otro con urgencia. Mis dedos trazaron los contornos de su pecho ahora expuesto, memorizando cada curva y plano. La tensión de sus músculos bajo mis palmas me hizo jadear suavemente. Minho, por su parte, dejó un rastro de besos ardientes por mi cuello, sus labios deteniéndose en puntos sensibles que ni siquiera sabía que tenía. Cada caricia, cada roce, enviaba ondas de placer por todo mi cuerpo.

Con manos ansiosas, desabroché su cinturón, el sonido metálico resonando en la habitación silenciosa. Bajé la cremallera de sus pantalones, mis dedos rozando ligeramente su entrepierna, provocando un gruñido bajo de Minho.

Dios, todos estos días no había podido pensar en otra cosa que no fuera su maldito pene.

Se apartó lo suficiente para quitárse el pantalón por completo, quedando solo en ropa interior. La visión de su cuerpo casi desnudo hizo que mi corazón se acelerara aún más. Luego, con una mirada intensa que parecía quemarme, se acercó para desabrochar mis propios pantalones.

Cada prenda que caía al suelo parecía llevarse consigo una capa más de las barreras que habíamos construido entre nosotros. El roce de la tela contra nuestra piel hipersensible enviaba pequeñas descargas eléctricas por todo nuestro cuerpo.

Pronto, nos encontramos casi completamente desnudos, nuestros cuerpos presionados juntos en la mesa de la sala de reuniones. El contraste entre el frío de la superficie y el calor de nuestra piel añadía una nueva dimensión a nuestras sensaciones, intensificando cada toque, cada caricia.

Derrapa en mis curvas • +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora