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—¿Te gustó? —limpió su boca con una servilleta.

—¿La comida? Estaba muy buena, pero yo estoy esperando mi postre —le respondí.

Minho se levantó de la mesa con una sonrisa traviesa en sus labios. Se acercó a mí lentamente, como un depredador acechando a su presa. Mi corazón comenzó a latir más rápido con cada paso que daba.

—Creo que es hora de ese postre que mencionaste —susurró, inclinándose hacia mí.

Sentí un escalofrío recorrer mi espalda. —¿Ah sí? ¿Y qué tienes en mente?

—Oh, tengo muchas ideas —respondió, sus ojos brillando con deseo—. Pero primero, ¿qué tal si me muestras tu habitación?

—Me gustaría pero primero debo lavar los platos —levantándome tomé los platos y vasos y me dirigí a la cocina.

Minho me siguió como un perro. Se apoyó contra la encimera mientras yo empezaba a lavar los platos. Sus ojos no se apartaban de mí, y podía sentir el peso de su mirada en cada movimiento que hacía.

—¿Sabes? —dijo con un tono juguetón—. Hay formas más divertidas de ensuciar esas manos.

Sentí cómo el calor subía a mis mejillas, pero me negué a darle la satisfacción de verme afectado. —¿Ah, sí? ¿Como qué? ¿Jugando con barro?

Minho soltó una carcajada. —No es exactamente lo que tenía en mente, pero si eso es lo que te excita, Jisung, quién soy yo para juzgar.

—Eres un idiota —murmuré, pero no pude evitar sonreír —¿Qué fetiches raros tienes? Además de que te maltraten claro está.

—Que curioso eres —me encogí de hombros ante sus palabras —Bueno, si tanto quieres saber...

Minho, acercándose más a mí. Su aliento cálido rozó mi oreja, enviando escalofríos por todo mi cuerpo.

—Tengo una debilidad por los pilotos arrogantes que no saben cuándo callarse.

Sentí cómo el calor subía a mis mejillas, pero no iba a dejar que se saliera con la suya tan fácilmente.

—Qué conveniente, porque yo tengo debilidad por los idiotas que creen que pueden ganarme en la pista. Ya dime —insistí al último.

Minho sonrió de manera traviesa y se acercó aún más, su cuerpo casi tocando el mío.

—¿Realmente quieres saber, Jisung? —susurró, su voz baja y seductora—. Porque una vez que te lo diga, no hay vuelta atrás.

Tragué saliva, sintiendo cómo mi corazón se aceleraba. —Sí, quiero saber. Dímelo todo.

Minho se lamió los labios antes de hablar. —Bueno, para empezar, me encanta el juego de poder. Me excita la idea de dominar y ser dominado. Y tú, Jisung, eres perfecto para eso. Tan arrogante en la pista y frente a todos, pero tan sumiso cuando estamos solos...

Sentí cómo el calor se extendía por todo mi cuerpo. —Continúa —logré decir, mi voz apenas un susurro.

—También me gusta el riesgo. La adrenalina de casi ser descubiertos. ¿Te imaginas, Jisung? Tú y yo, en los boxes, justo antes de una carrera...

—Me lo imagino —cerrando los ojos por un momento nos ví besándonos en los boxes —. ¿Qué más?

—Me excita la idea de marcarte. Dejar pequeñas señales en tu cuerpo que solo yo conozca. Un chupetón escondido bajo el traje de carrera, arañazos en tu espalda que solo yo vería...

—También te excita la idea de que alguien más vea las marcas que me haces, no mientas.

—Está bien, tienes razón. Que me agredas es una de las cosas que más me calientan  —admitió —También me vuelve loco que me dejes marcas, que me claves las uñas, dejes tus dientes marcados en mi piel, que me hagas sangrar. 

Derrapa en mis curvas • +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora