61. «Desaparecer»

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Introduje la llave en la cerradura y abrí la puerta. Tomé la mano de Emma y con la otra la de Darcy, ayudándola a caminar para entrar a la casa. Cerré detrás de nosotras. Enseguida subimos las escaleras y comencé a prepararlas. Las bañé y las vestí muy bonitas para recibir a su padre, que hoy llegaba del viaje. Le dije que nosotras iríamos un par de días al campo de mi abuelo, pero era una mentira piadosa para darle una sorpresa.

Yo fui a mi baño mientras las niñas miraban televisión en mi cuarto y me metí a bañarme. Elegí mi ropa y me vestí de lo mejor para recibir a Hazza. Aproveché que mis hijas estaban tan concentradas y llamé a mi amiga para confirmar lo último que necesitábamos.

—Hey, Vee —saludé cuando puse el teléfono en mi oreja.

—Hola, Tessa, justo estaba por llamarte. ¿Dónde quieres que deje tus maletas?

—Donde te sea más cómodo, en tanto llegue Harry le diré lo que tengo planeado, que prepare su ropa y luego iremos a tu casa, ¿sí? No tardaremos mucho —mencioné mientras caminaba por la habitación.

—Está bien, llámame si necesitas algo.

—De acuerdo, te quiero, nos vemos luego.

—Adiós, yo también te quiero.

Corté y suspiré ansiosa. Había tenido la idea de que nosotros cuatro hiciéramos un pequeño viaje en familia para escapar del trabajo y la rutina, ya que era la última semana de receso de Harry antes de retomar la gira de su primer disco. Tenía todo listo en casa de Vee para irnos, sólo faltaba esperar a mi novio.

Escuché la puerta de entrada y sonreí. Apagué la televisión para que no nos descubriera.

—Es papi —susurró Emma emocionada.

—Sí, no hagan ruido —pedí en voz baja llevando mi dedo índice a mis labios. Ellas asintieron.

Caminé hasta la puerta de mi habitación, la abrí un poco y miré por ahí. Mi corazón dejó de latir instantáneamente, mis pulmones se cerraron y sentí que me fallaban las piernas, estaba a segundos de desmayarme.

Harry besaba descontroladamente a una chica, la cual no reconocí ni identifiqué como alguien que conocíamos. Las lágrimas se acumularon en mis ojos, impidiendo ver mucho, me faltaba el aire y sentí cómo mi corazón se quebraba pedazo a pedazo. Aunque fue peor después de lo que escuché.

—Sabía que terminarías cediendo, la forma en que me mirabas era indisimulable —dijo ella con una sonrisa.

Él se alejó un poco de ella y echó una mirada a su alrededor. Cerré un poco más la puerta por si llegaba a verme, pero no pude apartarme del todo, la masoquista dentro mío no me dejó. Cuando volvió a verla lo vi suspirar y oí que dijo:

—Vamos al motel, no quiero que sea aquí, es el hogar de mi esposa e hijas, no arruinaré su lugar feliz —dijo con respiración irregular acercándose a ella nuevamente.

—Que considerado me saliste, Harry. Nadie se enteraría nunca, pero está bien, respetaré tu condición, después de todo, yo también soy considerada —bromeó. Ambos soltaron risitas tontas.

Él abrió nuevamente la puerta y ambos salieron con prisa de la casa. Luché intensamente para tragarme mis lágrimas. Abrí la puerta del todo y me asomé a la escalera, observando con atención el lugar donde ambos habían estado, sin poder borrar la imagen de mi cabeza.

Un millón de puntos negros invadieron mi visión, realmente iba a desmayarme.

—¿Mami?

Volteé con velocidad para ver a mis dos hijas paradas en el umbral, mirándome con atención. Emma me había llamado con tono dubitativo, ya que yo no había dicho nada. No podía quebrarme, no ahora. Debía permanecer fuerte, por ellas. Así que sonreí y suspiré tratando de apagar el fuego que quemaba mi pecho.

La Apuesta | h.s | (2da EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora