55. «Malentendido»

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—Tessa's POV—

Terminé de comer y tomar todo lo que Harry me había dado, mientras pensaba lo dulce que era. Su forma de ser tan atento y amoroso conmigo era algo que me enamoraba cada día más. Él y Emma eran lo mejor que me podía haber pasado en la vida, realmente.

Me asomé a la cuna de mi bebé para chequear cómo estaba y, como imaginé, dormía tranquilamente. Le di una mirada cargada de ternura y me incliné para acariciar despacio y suavemente su cabello. Era tan hermosa, tan calma, tan perfecta.

Salí de mi ensueño y decidí tomar la bandeja para llevarla a la cocina, luego de pasar por el baño para asearme. Cuando llegué, mis padres voltearon a verme, sonriendo de inmediato, cosa que respondí de la misma manera.

Apoyé las cosas en la isla, siendo tomada de inmediato por la mucama para limpiarla, y me acerqué a mi mamá cuando la vi extender sus brazos en señal de que esperaba abrazarme. Me arropó con amor y acarició mi cabello.

—Feliz cumpleaños, mi amor —dijo emocionada. Se separó y tomó mi cara entre sus manos—. Estoy demasiado orgullosa de la mujer en que te convertiste, hija —agregó, haciéndome sonreír.

—Gracias, mamá —murmuré conmovida.

Acarició despacio mis mejillas y acercó mi cara hacia ella para poder besar mi frente y darme otro abrazo, más corto. Al separarme volteé hacia mi papá, quien esperaba paciente con una sonrisa de oreja a oreja. Reí por lo bajo y me acerqué, siendo atrapada entre sus brazos con rapidez y fuerza.

—Tranquilo, comandante Cowell, puede aplastarme, señor —bromeé a la par que lo rodeaba con mis brazos y lo apretaba con toda mi fuerza, que no era ni la mitad de la suya.

—Feliz cumpleaños, soldado —dijo tomándome de los brazos para alejarme de él y mirarme a los ojos—. Te amo, hija, y no importa cuántos años cumplas, siempre serás nuestra bebé —afirmó con seguridad, lo que me hizo sonreír. Mis ojos se llenaron de lágrimas así que volví a abrazarlo.

Él me apretó contra su cuerpo y besó mi cabeza con cariño. Nos separamos despacio, puso sus manos en mis mejillas y limpió las dos pequeñas lágrimas que habían salido, mientras me sonreía con ternura. No era habitual ver a un Cowell llorar frente a alguien, excepto entre nosotros. Cuando mi papá se ponía emotivo conmigo, sabiendo lo orgulloso y duro que solía ser con el resto, me emocionaba profundamente.

—Tenemos una sorpresa especial para ti —anunció mi mamá volviendo a pararse y saliendo de la cocina con prisa.

Mi papá se sentó y me animó a sentarme junto a él para esperar a mi madre. Ella volvió a entrar, se acercó y dejó una pequeña caja sobre la mesa, delante de mí. Se sentó nuevamente en su lugar, frente a mí y me miró con una sonrisa amplia, al igual que mi papá.

La observé con cuidado. Era blanca y la rodeaba una cinta de seda rosa bebé. Le dediqué una mirada rápida a ambos, quienes asintieron sin decir nada, como incitando a que la abriera. Deshice el moño y quité la tapa, jadeando de sorpresa al instante.

—¡No es cierto! —exclamé eufórica, haciéndolos reír.

Metí ambas manos y saqué con cuidado una caja más pequeña. La madera relucía y cada detalle tallado en plata brillaba como si los años no hubiesen pasado. Suspiré sintiendo mis lágrimas asomarse junto a una molestia en mi garganta. Saqué el seguro y levanté la tapa con cuidado, logrando que enseguida una pequeña bailarina se alzara y comenzara a girar, a la par que la dulce canción de cuna empezó a sonar; eso logró que soltara algunas lágrimas.

—¿Cómo... —balbuceé—, cómo hicieron...? —apagué mi voz al final, intercalando miradas entre ellos, quienes sonreían—. Se había roto —dije más firme, extrañada—, ¿dónde estaba? Pensé que la habíamos perdido para siempre.

La Apuesta | h.s | (2da EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora