5. Iris

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Los dos franceses terminan de parlotear en la cocina y aparecen en el salón, sujetando unas bandejas con cafés y algunos dulces, que las colocan en la mesa de cristal donde estoy sentada. Bruna les ordena a los demás que tomen asiento y ellos obedecen para no perderse el salseo.

El tal Lucien se encarga de repartir las tazas humeantes de café y le dice a la otra que ocupe la silla libre de mi lado, en un extremo de la mesa, porque las dos somos las protagonistas; en el otro extremo se sientan los dos mánagers, pero antes, nos plantan unos papeles grapados a cada artista.

Es el contrato del paripé y el planning de los próximos dos meses.

Durante una hora que se me pasa lentísima, Lucien, paseándose por alrededor de la mesa porque no puede estar quieto, nos explica una a una las millones de cláusulas que aparecen en los dichosos papeles, como si fuéramos tontitos y estuviéramos en un juicio, porque afirma que es abogado. Varios bostezan por el aburrimiento y, para no dormirse, se hinchan a galletas y pasteles (la francesa y yo no probamos ni un bocado y solo le damos pequeños sorbos a nuestros respectivos cafés); en cambio, Bruna se queda frita con los brazos cruzados y dando cabezadas.

En resumen: Gabrielle y yo tenemos que fingir ser la pareja más envidiable frente a las cámaras, publicar fotos y stories en las redes sociales, asistir como novias a los eventos que se celebren y pasar tiempo juntas para que esto sea creíble. Los otros lapislázulis tampoco se libran de las normas: ser discretos y no contarle nada de esta mentira a nadie, y mucho menos a la prensa cuando les hagan preguntas para obtener información valiosa sobre nosotros. También, la francesa y yo tenemos prohibido quedar con otras personas (romántica y sexualmente hablando) hasta el último día del contrato, que es una semana después de la celebración del festival de Eurovisión, cuando anunciaremos nuestra ruptura mediante un comunicado en Instagram.

—Pobrecita, tiene que practicar el celibato y todo —comenta Candela refiriéndose a mí—. Su Satisfyer de once velocidades echará humo.

—Se sacrificará por el éxito de Lapislázuli —interviene Rober—. Es su deber.

—Yo intentaré no hacer ruido en casa con Axel para que no sienta envidia —se une Dani.

Los tres interactúan entre ellos en tono jocoso, como si yo no estuviera presente, y eso que estaban medio dormidos. Ha sido sacar este tema y abrir los ojos como unos búhos.

Qué cabrones son.

—Me vais a deber una muy gorda con esto que voy a hacer por la banda —digo mirándolos a los tres y apuntándolos con el dedo índice.

La pava de mi lado no dice ni pío porque está concentrada en leerse con detenimiento el contrato con sus gafas de ver, por si hay alguna cláusula tramposa, algo imposible porque lo ha redactado su querido mánager con Bruna y nuestra abogada.

—Dicho esto... —sigue hablando Lucien, que da una fuerte palmada en el lado de la mesa de Bruna para que despierte, y ella da un respingo—. Vamos a proceder a hacer una votación.

—Ah, sí —suelta Bruna con voz adormilada—. Quien esté de acuerdo con este teatro, que levante la mano. —Y es la primera en alzar la suya.

Dani, Rober y Candela la obedecen sin despeinarse siquiera, igual que Lucien, y cinco pares de ojos se detienen en nosotras.

Gabrielle se desprende de sus gafas, que las coloca con parsimonia sobre la mesa con las patillas dobladas, y levanta la mano, esbozando una sonrisa.

No entiendo a esta tía; se supone que le hacía la misma gracia que a mí participar en este ridículo espectáculo.

Lo hace por más dinero y más fama, o quizá para ganarnos en Eurovisión.

Ahora todos los presentes me miran a mí, esperando alguna reacción por mi parte.

Quiero ser la protagonista de nuestra historia (Serie Lapislázuli #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora