13. Iris

7 2 0
                                    

Me lo veía venir.

Ya me parecía raro que en una relación falsa no se compartiera cama en algún momento.

—Joder, tía, no se puede pasar por ningún lado con tus trastos —le espeto a la francesa mientras intento esquivar sus maletas sin tropezarme con alguna.

Gabrielle cierra la puerta de la habitación tras darles las gracias a los pobres botones y pedirle a su lameculo que le traiga otro café.

Se supone que soy una integrante más de Lapislázuli y, por ende, tendría que estar pegada a ellos, no a esta petarda, aunque a ojos de los demás seamos novias. Voy a tocar con mi banda en Eurovisión, no con la francesa. ¿Qué soy? ¿La última mona en ese grupo?

Seguro que estarán los tres descojonándose a mi costa desde la otra habitación. Como si los estuviera viendo.

—¿Dónde va a dormir cada una? —me pregunta Gabrielle al darse cuenta de que solo hay una cama en el centro de esta habitación—. Hay una cama y un sofá. ¿Lo echamos a suertes?

Ah, claro. El sofá que hay en una esquina, que tiene pinta de ser de lo más cómodo, pero menos que la cama.

Suelto mi macuto en el suelo y me tumbo en el colchón, de lado, para mirar a la francesa, con mi mano apoyada en mi cabeza, en expresión seductora.

—¿Qué te pasa? ¿Te da miedo compartir cama conmigo o qué? —le pregunto en tono jocoso, y doy varios golpecitos con la palma a mi lado—. ¿No dijiste ayer por WhatsApp que me iba a enterar cuando llegásemos a Madrid?

Gabrielle permanece mirándome con los brazos en jarras y la boca muy abierta, ojiplática.

Muy valiente detrás de una pantalla, pero luego, a la hora de la verdad, se caga en las bragas.

—Por supuesto. A mí nadie me llama muerma, porque no lo soy.

Me echo a reír sin creérmelo y me incorporo, sentándome con las piernas cruzadas, para ponerla a prueba:

—¿A que no eres capaz de ir sin bragas durante los tres días del evento?

Ella enarca una ceja, divertida, sin dejar de mirarme. En vez de negarse a mi propuesta, lo que hace es deshacerse de las bragas que lleva, sin ningún esfuerzo porque se ha puesto un vestido corto de margaritas. Las deja caer a sus pies y se agacha para recogerlas y mostrármelas.

—Hecho —me responde sujetándolas con el pulgar y el índice de una mano—. Y es un tanga, por cierto. —Y me lo lanza con una puntería que consigue que el trapo se me quede colgando de la cabeza.

Se me escapa una carcajada y me quito su prenda para formar una pelotita y devolvérsela; Gabrielle la coge al vuelo.

—¿Y qué reto vas a ponerme tú a mí? —inquiero, fingiendo que la miro con interés—. Sorpréndeme.

Gabrielle me sonríe de medio lado y, sin siquiera pensarse su respuesta, suelta:

—Intentar no caer en mis provocaciones, porque te lo voy a hacer pasar muy mal.

¿Mi contestación? Sufrir un ataque de risa, tirada en la cama, mientras le pego manotazos al colchón de la gracia que me ha hecho.

—Tú ríete, que nadie puede resistirse a mis encantos franceses. —Y se echa la melena hacia atrás, la muy mema.

Yo me río aún más y alguien nos interrumpe, tocando en la puerta de la habitación un par de veces.

—¡Ya era hora de que llegara mi café! —exclama ella haciendo aspavientos con los brazos, y se dirige a abrir la puerta.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: 8 hours ago ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Quiero ser la protagonista de nuestra historia (Serie Lapislázuli #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora