Capitulo 5
Elías se despertó esa mañana con el suave sonido de los pájaros en las copas de los árboles que rodeaban su casa. La luz del sol se filtraba por las cortinas, creando suaves sombras en las paredes de su habitación. El ambiente era tranquilo, como suele serlo un sábado por la mañana, cuando las responsabilidades de la semana parecen haber desaparecido temporalmente y el tiempo transcurre a un ritmo más lento.
Elías se estiró perezosamente en la cama antes de sentarse al borde y frotarse los ojos. Había tenido una semana larga, y aunque aún no podía escapar completamente de los pensamientos que lo atormentaban sobre su futuro y Francis, se permitió, por un momento, disfrutar de la calma del sábado.
Mientras se levantaba y caminaba hacia la cocina, escuchó a su hermana, Sara, cantando desde la sala. Parecía de buen humor, y su tono desenfadado y alegre contrastaba con la melancolía que Elías sentía en su interior.
Sara:
(gritando desde la sala)
—¡Buenos días, dormilón! ¿Te has decidido a unirnos en el mundo de los vivos?Elías sonrió débilmente mientras entraba a la cocina y servía una taza de café. El olor cálido y familiar del café recién hecho lo tranquilizó un poco, y por un momento, todo parecía más simple.
Elías:
(en tono relajado)
—No todos podemos ser tan madrugadores como tú.Sara:
(se acerca, sonriendo burlonamente)
—Madrugadores, dice. Me levanté hace una hora, no exageres. Pero es sábado, y estoy libre, así que hoy estoy de buen humor. ¡Prepárate para un día épico, hermano!Sara siempre tenía una manera de convertir lo cotidiano en algo divertido, y esa mañana no fue la excepción. Estaba llena de energía, con una actitud despreocupada que contrastaba completamente con el caos mental que Elías sentía por dentro.
Elías:
—¿Un día épico? ¿Qué tienes en mente, Sara?Sara:
(haciendo un gesto grandioso con las manos)
—Lo que sea que el destino nos depare. Aunque, siendo realistas, probablemente se trate de ver películas tontas, comer demasiadas palomitas y molestar a mamá. El plan perfecto.Elías no pudo evitar reír. Sara tenía esa habilidad de hacer que todo pareciera más ligero, más manejable. Le alegraba que su hermana estuviera de tan buen humor, aunque al mismo tiempo se sentía un poco distanciado de ella, como si hubiera una barrera invisible entre sus emociones y la realidad relajada del sábado.
Después de desayunar, los dos se acomodaron en el sofá de la sala. Sara, como siempre, ocupaba más espacio del necesario, estirando las piernas sobre la mesa de café mientras hojeaba sin prestar mucha atención los canales de televisión.
Sara:
—¿Te acuerdas cuando éramos pequeños y pasábamos los sábados viendo caricaturas hasta que mamá nos echaba de la casa?Elías:
—Sí, claro. Nos poníamos a competir para ver quién podía aguantar más tiempo viendo la televisión sin moverse.Sara:
—Y tú siempre ganabas, pero solo porque tenías una vejiga de hierro. Yo tenía que correr al baño cada diez minutos.Elías se rió de nuevo, sintiéndose un poco más a gusto. Era fácil dejarse llevar por esos recuerdos felices, aunque aún sentía una leve punzada de incomodidad en el pecho. Se preguntaba si alguna vez podría volver a sentirse completamente tranquilo. Pero por ahora, decidió disfrutar el momento.
Sara continuó hablando, como solía hacer, llenando el silencio con anécdotas y comentarios al azar. Su naturaleza parlanchina era algo que a veces molestaba a Elías, pero ese día le resultaba extrañamente reconfortante. Era como si el ruido constante de su hermana lo mantuviera alejado de los pensamientos que lo atormentaban, al menos por un rato.
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El Legado Del Destino
AdventureA lo largo de la historia, muchas personas han soñado con poder vislumbrar su destino, con conocer los detalles exactos de sus logros, fracasos y, finalmente, su muerte. Sin embargo, pocos han tenido la fortuna -o la desgracia- de encontrar el mi...