Elías se encontraba de pie en medio de un vasto y desconocido paisaje, un lugar que nunca había visto en la vida real. El cielo se extendía en todas direcciones, de un tono rojizo y dorado que parecía encenderse con el brillo del atardecer. A su alrededor, montañas cubiertas de vegetación se alzaban como gigantes adormecidos, y un río serpenteante cortaba el paisaje con un brillo que recordaba al cristal. Todo parecía tan real, pero al mismo tiempo, distante, como si estuviera mirando una imagen difusa, a punto de desvanecerse.
Elías no sabía cómo había llegado allí, ni por qué estaba solo, pero una sensación de familiaridad lo invadía. Sabía que había estado en ese lugar antes, aunque su mente no lograba recordar cuándo o cómo. El aire era cálido y acogedor, pero una inquietud latente lo mantenía en tensión. Miraba a su alrededor buscando algo, aunque no sabía exactamente qué.
De repente, escuchó una risa a lo lejos, suave y casi musical. Instintivamente, comenzó a caminar hacia el sonido, sus pasos ligeros sobre el suelo suave y cubierto de hierba. A medida que avanzaba, el paisaje parecía cobrar más vida: los árboles se balanceaban con la brisa, el río susurraba su canción, y la luz del sol se colaba entre las hojas, proyectando sombras danzantes en el suelo. Pero todo aquello, por hermoso que fuera, no lograba calmar la sensación de desasosiego que lo acompañaba.
Después de unos minutos caminando, Elías divisó una figura al final del sendero. La silueta de alguien sentado cerca del río, con los pies descalzos tocando el agua cristalina. A medida que se acercaba, reconoció la figura, y su corazón dio un vuelco.
Francis.
Allí estaba, con esa misma sonrisa tranquila que siempre había llevado, como si el mundo a su alrededor no pudiera tocarlo. El cabello de Francis, desordenado por el viento, caía sobre su frente, y sus ojos brillaban con una calma que parecía casi sobrenatural. Elías sintió una mezcla de alivio y confusión al verlo allí, como si su sola presencia explicara por qué estaba en ese lugar.
Francis levantó la vista y sus ojos se encontraron. Algo en su mirada hizo que Elías sintiera un nudo en el estómago, pero también una calidez que no podía negar.
Francis:
Te estaba esperando Elí...
dijo con suavidad, como si fuera lo más natural del mundo.Elías abrió la boca para responder, pero no encontró palabras. Se quedó de pie, observando a su amigo mientras el agua del río seguía fluyendo tranquilamente a su alrededor. Todo a su alrededor parecía perfecto, excepto por esa sensación punzante que no lograba sacudirse. Algo estaba mal, algo no encajaba en ese sueño.
Elías:
¿Por qué... por qué estoy aquí?...
preguntó finalmente, su voz apenas un susurro.Francis inclinó la cabeza ligeramente, su expresión todavía serena.
Siempre has estado aquí, Elías. Este es el lugar donde siempre terminas.Elías frunció el ceño, sintiendo una presión en el pecho que lo asfixiaba. Las palabras de Francis no tenían sentido, y sin embargo, resonaban con una verdad que no podía negar. Se sentía atrapado entre la lógica y la emoción, como si su mente luchara por encontrar una salida de algo que no podía entender completamente.
Elías:
No... esto es solo un sueño. Esto no es real...
Dio un paso atrás, intentando poner distancia entre él y Francis, pero el paisaje a su alrededor pareció cambiar con él. Los árboles comenzaron a oscurecerse, y el río, antes cristalino, ahora parecía teñido de sombras.Francis se levantó lentamente, acercándose a Elías con una expresión de calma, aunque sus ojos parecían más intensos, como si trataran de decirle algo importante.
Francis:
Elías... no puedes seguir ignorándolo. Sabes lo que esto significa.Las palabras de Francis resonaron en el aire, y de repente, Elías sintió que todo se derrumbaba a su alrededor. El paisaje idílico se desmoronaba, y un viento gélido comenzó a soplar. El cielo, antes dorado y cálido, se volvía gris y opaco, mientras las sombras se alargaban y envolvían todo a su paso.
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El Legado Del Destino
AdventureA lo largo de la historia, muchas personas han soñado con poder vislumbrar su destino, con conocer los detalles exactos de sus logros, fracasos y, finalmente, su muerte. Sin embargo, pocos han tenido la fortuna -o la desgracia- de encontrar el mi...