—Eilish, date prisa —gritaste mientras te ponías los pendientes frente al espejo.
Billie y tú se estaban preparando para ir a una fiesta, ella estaba intentando encontrar su cinturón.
—Ya lo tengo, Dios —Se detuvo en la puerta mordiéndose el labio mientras te miraba. —Te ves tan jodidamente sexy —sonrió.
Te sonrojaste mirándola mientras pasaba a tu lado y le decías que se callara. Llevabas un vestido negro corto con joyas de plata y ella llevaba unos jeans holgados y una camisa. Le quedaba tan bien.
—Estoy lista cuando tú lo estés —dijo recostándose sobre sus brazos en el borde de la cama.
Las dos hablaban mientras comenzabas a cepillarte el cabello y Billie se ajustaba la ropa.
—Sabes que va a estar ahí—dijo Billie. —¿Has hablado con ella desde entonces?—
Recientemente te habías acostado con una chica que no podía hacerte llegar al orgasmo. Pensaste que tal vez fue solo esa vez, así que lo hiciste de nuevo con ella. y al pasar lo mismo te hizo preguntarte si eras tú.
—No, podría ser incómodo verla— respondiste.
No le habías dicho a Billie que no te hizo correrte, solo le dijiste que lo habían hecho.
—La gente tiene sexo todo el tiempo, estaras bien—se rió.
Alcanzaste la botella de agua que tenías en tu mesita de noche.—No es por eso que sería raro, Bills—tragaste saliva.
No estabas segura de por qué te daba vergüenza decirle que no te habías corrido.
—Oh, ¿por qué entonces? —Te miró con curiosidad.
La forma en que estaba sentada, inclinada hacia atrás y con los brazos tensos, empezó a excitarte. Sus brillantes ojos azules te miraban fijamente y te pusiste nerviosa. En lugar de responder, solo la miraste y le dedicaste una sonrisa tentadora.
—¿Estas jugando así? ¿Quieres que adivine? —Tomó tu silencio como un desafío.
Había algo en su actitud juguetona contigo que a veces te debilitaba. Eso, combinado con lo bien que se veía en ese momento, ¡DIOS! El hormigueo entre tus piernas crecía minuto a minuto.
Ella intentó adivinar algunas cosas que no estaban bien y tú pensaste que no lo iba a entender hasta que preguntó.
—Ella no era buena, ¿verdad?— su expresión brillaba mientras esperaba tu respuesta.
—No, ella no podía hacerlo— te encogiste de hombros.
—¿Hacer qué?— preguntó
—Ya sabes, hacerme terminar— miraste hacia abajo.
Billie se rió. —¿De ninguna manera?, espera, ¿No te la cogiste dos veces?— dijo con sus ojos muy abiertos mientras te provocaba.
—Vete a la mierda, Bill— pusiste los ojos en blanco mientras ella seguía burlándose de ti. Sentiste que te ponías roja por sus burlas, pero no era nada comparado con el fuego que sentiste cuando ella agarró tu mano. Acercándote más, abrió las piernas para que pudieras pararte entre ellas mientras te miraba. Tus manos descansaron sobre sus hombros, tratando de no caer sobre ella y sobre la cama.
—Sabes, si no estuvieras hablando con ella, te follaría hasta dejarte sin aliento ahora mismo —gimió ella, rodeando tu cintura con el brazo.
Tragaste saliva. La intensidad de su mirada y la presión que ejercía a tu alrededor te hicieron tartamudear. Te reíste mientras la empujabas contra el pecho, diciéndole que debían irse.