En la duodécima hora del primer día de octubre de 1989, cuarenta y tres mujeres en el mundo dieron a luz. Esto fue muy inusual porque ninguna de estas mujeres estaba embarazada al comenzar el día.
Sir Reginald Hargreeves, multimillonario excéntrico...
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Luego de haber decidido ir en busca del novio de Vanya, de acuerdo con el conocimiento de Allison, los tres hermanos bajaron del auto yendo directo a la bella casa que se encontraba frente a ellos. Antheia caminaba apaciblemente mientras se hallaba en medio de la morena y su mellizo.
- Cuidado, ¿sí? No sabemos de lo que es capaz – avisó Número Tres.
- No me pareció peligroso cuando lo conocí – musitó con tranquilidad Diego –. Es medio escuálido.
- Sí, como la mayoría de los asesinos y psicópatas. Si no, míralo a él – señaló la fémina a Número Cinco.
- Gracias.
- Tal vez sea escuálido, pero estuvo bajo prisión durante 12 años por homicidio – confirmó la hechicera, ignorando el comentario de su hermana –. No podemos confiarnos.
- Buen punto – confirmó el moreno, mientras la joven veía de reojo como Allison se alejaba de ellos –. ¿Y qué quiere ese tipo con Vanya?
- No lo sé. Se lo preguntaré después de matarlo.
- Wow, wow, wow. Ey, primero voy a entrar... ¿Saben qué? Sería fabuloso que se atuvieran... – sin embargo, fue ignorado por el pelinegro al desaparecer de su campo de visión, dejando a los dos jóvenes solos – al plan. Genial, se fue.
Dejando salir una risueña risa al contemplar el rostro cansado del moreno, habló – Después de ti.
- Bien.
Confundida por los movimientos de Número Dos, pues este comenzaba a alejarse unos centímetros de la entrada, Antheia presenció como su hermano se lanzaba hacia el vidrio de la puerta, causando que este se rompiese en miles de pedazos y acabara cayendo en el suelo. Al ver el caos que su hermano provocó, la castaña decidió verificar si el esfuerzo de este había valido la pena, pero al abrir la puerta sin ningún esfuerzo, confirmó que el moreno era un estúpido.
- La puerta estaba sin llave – avisó Número Seis, ingresando a la casa.
- Sí, pero mi método también funcionó.
- Tal vez, pero para alertar a los vecinos – bromeó la fémina, provocando una risa a su hermana.
- Ja, ja, ja, que graciosa eres Antheia – musitó Diego, mientras se reincorporaba y quitaba alguno que otro vidrio que había quedado en su cuerpo –. Sepárense. Y griten si están en problemas.
- Como líder, es inspirador – ironizó Número Cinco, mirando a sus dos acompañantes.
- De los mejores.
Sin decir otra palabra, las dos jóvenes decidieron inspeccionar el primer piso, mientras que sus hermanos revisarían la planta baja. Antheia observaba cada habitación con el objetivo de encontrar algo sospechoso, pero todo parecía estar de lo más normal.
