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Luego de haber dejado que el castaño complaciera su cuerpo, pues este no deseaba presionar a su amada de avanzar al siguiente nivel, los dos jóvenes subían los escalones del ático en un silencio cómodo. Sus corazones seguían latiendo con energía y los recuerdos de la suavidad de sus labios continuaban en sus cabezas. No obstante, al observar la silla que se encontraba en medio de la habitación, esperando pacientemente su presencia, Número Cuatro comenzó a arrepentirse de su plan de sobriedad, haciendo que su cuerpo temblase y sus pasos fuesen dudosos.
- Bien. Necesito que tomes asiento para que pueda atarte – pidió la ojiazul con amabilidad.
- No, no, no. Cielito, creo que esta... Creo que esta fue una mala idea – mencionó inquietamente, alejándose del asiento.
- ¿Qué? Espera, Klaus.
- No, solamente necesito una última dosis para facilitar el proceso, Cielito, eso es todo – y emprendiendo su andar hacia la salida, continuó –. Vuelvo enseguida.
- No, eso no – regañó la hechicera, mientras colocaba su mano en el pecho del nigromante –. No lo harás.
- No, escucha, Cielito. No funciona así – la desesperación invadía la verde mirada del joven y, con cuidado de no lastimarla, retiraba su cuerpo de su camino.
- No. Sentado.
- Cielito, escúchame por favor.
- Quiero que te sientes, Klaus. Ahora.
- Antheia, escúchame – ordenó, mientras empujaba con más fuerza el cuerpo de Número Seis. Sin embargo, en un rápido movimiento, fue golpeado en el estómago por esta, logrando expulsarle el aire de sus pulmones y obligándolo a encorvarse del dolor.
- Lo siento, pero me estás obligando a hacerlo por las malas – explicó la castaña, forzándolo a tomar asiento –. Tú mismo lo dijiste, Klaus, esta es la única manera en que puedes ponerte sobrio.
Aprovechando el malestar del de ojos esmeraldas, la fémina ató sus manos con velocidad, mientras que, con dificultad y pesar, el castaño se recomponía del golpe recibido. El dolor persistía en su abdomen y una agresiva tos comenzaba a atacarlo cuando este trataba de llenar sus pulmones de aire. ¿Cómo era posible que aquella joven, teniendo un cuerpo delicado y fino, tuviese tanta fuerza? Al parecer su físico engañaba demasiado bien en cuanto a su capacidad de fuerza.
- Diablos, Cielito – confesó y al ver que la hechicera lo empezaba a rodear con la soga, trató de luchar para librarse de su amarre, causando que objetos cayeran y rompiesen en el proceso – ¡Cielito, basta!
- No.
- ¡Basta!
- ¿Qué está sucediendo aquí? – cuestionó un agitado Número Dos, pues, al escuchar los gritos de su hermano y el escándalo que este había causado, corrió escaleras arriba.
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SORCERESS ║ KLAUS HARGREEVES ║
Fiksi PenggemarEn la duodécima hora del primer día de octubre de 1989, cuarenta y tres mujeres en el mundo dieron a luz. Esto fue muy inusual porque ninguna de estas mujeres estaba embarazada al comenzar el día. Sir Reginald Hargreeves, multimillonario excéntrico...