CAPÍTULO 4

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Sisyphus, con la audacia que lo caracteriza, alzó la vista hacia Athena, sus ojos brillando con una ambición desmedida cuando se posaron sobre El Cid, quie. Con la mirada seria le miro

— ¡ Apártense ! – exclamó, su voz resonando con algo de desesperación. – He de llevarme al Cid y ninguno de ustedes me lo va a impedir...

Athena, imperturbable, lo miró con una mezcla de lástima.

— Sísifo. –  Comenzó con voz suave. – tus deseos son vanos, El Cid pertenece a aquí, este es su hogar. – hablo con calma. – Tú, por el contrario, estás condenado a la eternidad en el Inframundo.

— ¿ El Hades ? – se rió con ganas. – ¿ Quien dijo que vengo del Hades.

Aquella respuesta dejo a todos confundidos, sí no venía del Inframundo ¿ De dónde salió este hombre ? Athena, con voz firme, se dirige a Manigoldo.

— Manigoldo, lleva al Cid lejos de este lugar, no dejaré que su destino se vea manchado por las obsesiones de Sisyphus.

Manigoldo, asintiendo con determinación, corre en dirección a su compañero extendiendo su mano oara poder alcanzarlo, ya tenía pensado un lugar.

— Ven conmigo, Cid. – logrando tomarse la mano Manigoldo comenzó a ejecutar una de sus técnicas.

Sin embargo.
Sísifo, al ver a Manigoldo y al Cid a punto de partir, estalla en cólera.

— ¡ No te lo permitiré

El resto de Caballeros Dorados, apareciendo de repente, se interponen entre ellos .

— ¡ Nadie se llevará al Cid mientras nosotros estemos aquí ! – hablo el caballero de Escorpio.

La mirada de Sisyphus se llenó de odio hacia los santos de oro, miro a la Diosa como sí suplicará y antes de dejar que Cáncer se llevará al español, extendió las alas se lanzó en dirección de ambos, era clara la superioridad de este cuando lanzo a Manigoldo por el aire, siendo este atrapado por su compañero de Aries.

— ¡ Cid ! – se alarmó Manigoldo.

El Cid antes de poder utilizar su espada fue atrapado entre dos fuertes brazos que lo aprisionaron.

— No puedo dejar que nadie te aparte de mi lado. – le susurro y miro su rostro un poco desconcertado. – mi yo de este lugar es tan idiota.

— Suéltame. – tras analizar sus palabras le miro. – ¿ Qué ?

El Cid estaba inmóvil, no porque quisiera si no por el shock que le provocaba ver esas actitudes en el, el rostro que le dejo en claro que no le veía como él lo hacía, pero...
Sisyphus, con la mirada fija en el Cid, le susurrao una confesión que le eriza la piel.

— No te pido que traiciones lo que crees, porque jamás me atrevería a intentó cambiarte como eres. – Sintió a los demás caballeros venir y una barrera de levantó en el momento que iban a atacar. –  Solo te pido que te me quieras, lo pido porque te amo, quiero ese amor que le tienes a ese idiota.

Sus palabras resuenan en el aire, cargadas de una emoción que sorprende incluso a la Diosa y el resto de caballeros.
Los pensamientos de Cid se vuelven confusos, ¿Este era verdaderamente un Sísifo? ¿Que lo había llevado a convertirse en esto entonces? Tantas preguntas llegaron a su mente, tantas que llegaron a hacerle dudar en algo, ¿Estaba mal los pensamientos que pasan justo ahora por su mente?
¿Que tan malo es dejarse llevar por los sentimientos ? ¿Estaría siendo un traidor sí daba una repuesta positiva ante él? NO.
No debía dejar que sus sentires lo hiciera traicionar a sus compañeros y menos a su Diosa, no debía dejar que su corazón pudiera más, quizás era verdad que un corazón enamorado puede jugar en contra.

Amado Capricornio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora