Sentimientos encontrados.

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Esa misma noche, mientras Clara trataba de organizar sus sentimientos, el sonido del timbre la sacó de sus pensamientos. Miró el reloj y se dio cuenta de que era tarde. Se dirigió a la puerta, preguntándose quién podría ser.

Al abrir, se encontró con Daniel, con su sonrisa deslumbrante y su mirada cálida. Ella sintió un tirón en su pecho, su corazón latiendo rápidamente al verlo.

—Hola —dijo él, su voz un poco nerviosa—. ¿Puedo pasar?

Clara asintió, invitándolo a entrar. El ambiente en su casa era acogedor, pero Clara sabía que la tensión entre ellos era palpable. Mientras Daniel se acomodaba en el sofá, Clara sentía cómo las mariposas revoloteaban en su estómago.

—Quería verte —comenzó Daniel, mirando a su alrededor como si buscara las palabras adecuadas—. Necesitaba hablar contigo sobre lo que pasó en la galería.

Ella se sentó junto a él, la distancia que los separaba se volvió un abismo. —Yo también he estado pensando en eso. Ha sido... complicado.

Daniel inclinó la cabeza, sus ojos fijos en ella, intensos y apasionados. —No puedo dejar de pensar en ti, Clara. Desde que te conocí, siempre has estado en mi mente.

Clara sintió un intenso deseo surgir en su interior. La manera en que la miraba, con una mezcla de admiración y necesidad, la llevó a dudar de sus propios sentimientos. —Yo... siento lo mismo.

Sin embargo, ella se sentía dividida. Todo lo que había vivido con Leo seguía presente, pero no podía negar que la química con Daniel era innegable. Ella inhaló profundamente, sintiendo cómo la atracción se hacía más fuerte entre ellos.

—¿Y si exploramos esto? —preguntó Daniel, rompiendo el silencio que había llenado el espacio. Se acercó un poco más, sus manos apenas rozando las de Clara.

—Yo... —las palabras se le atascaban en la garganta. La tentación de dejarse llevar era enorme.

Daniel tomó su mano con suavidad, entrelazando sus dedos. —Clara, sé que esto es difícil. Pero estoy dispuesto a arriesgarme si tú lo estás.

La mirada de Daniel la atravesó, y el deseo se encendió en su interior como un fuego incontrolable. Clara sintió un impulso abrumador de acercarse más y en un instante, se encontraron juntos, sus labios rozándose suavemente en un beso cargado de deseo.

El mundo exterior quedó atrás, y todo lo que existía era ellos dos, completamente atrapados en el momento. El beso se intensificó, cada roce, cada susurro de su aliento creaba chispas entre ellos.

Clara sintió cómo se derretía bajo la intensidad de Daniel. Sus manos se deslizaron por el torso de él, sintiendo la firmeza de su cuerpo, mientras él la abrazaba con ternura, casi como si temiera romper el hechizo que los envolvía.

—No debería... —susurró Clara entre besos, aunque el deseo ya había tomado el control de su mente.

—Permíteme mostrarte lo que siento —respondió Daniel, su voz grave y cargada de anhelo. En ese momento, Clara supo que el impulso que la había llevado hasta él era más fuerte que cualquier preocupación sobre las implicaciones de sus acciones.

Sin pensarlo dos veces, Clara se dejó llevar. Se levantó y lo guió suavemente hacia su habitación, el deseo pulsando entre ellos. A cada paso, la anticipación crecía, llenando el aire con una electricidad palpable.

Una vez en su habitación, Clara cerró la puerta, y Daniel la miró con una mezcla de deseo y ternura. La habitación estaba iluminada por los suaves destellos de la luz de la calle, creando un ambiente cálido que acentuaba el momento.

Se acercaron el uno al otro, y Daniel atrapó su rostro entre sus manos, descendiendo nuevamente sobre sus labios. Este beso era más intenso, lleno de pasión y la promesa de lo que estaba por venir.

Clara se sintió completamente consumida por él. Sus manos recorrían su cuerpo con desesperación, descubriendo cada rincón. El mundo exterior se desvanecía, y en su lugar, solo existía el deseo que crecía entre ellos, llevándolos a un recorrido apasionado.

Los besos se convirtieron en caricias, y la línea que separaba la amistad de la pasión se desdibujó. Se dejaron llevar por la atracción, como si todo lo demás careciera de sentido. Daniel besaba su cuello con ternura, mientras las manos de Clara exploraban su espalda.

Ambos se entregaron a la marea de emociones, dejando atrás el miedo y la confusión. Fue un encuentro que resonó en lo más profundo de sus ser, cada toque incendiando su piel, cada susurro de deseo convirtiéndose en una melodía que solo ellos podían escuchar.

Mientras el tiempo avanzaba, Clara se dejó llevar por la corriente del momento, sintiendo cómo todo sus preocupaciones se desvanecían en el calor que compartían. Sabía que el camino por delante no sería fácil, pero en ese instante, solo había lugar para el deseo, la conexión y la promesa de algo más.

Antes de SeptiembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora