Clara despertó con el suave murmullo de la brisa que entraba por la ventana, trayendo consigo el aroma de las flores que florecían en el jardín. Era el primer día de septiembre, el mes que marcaría su nuevo comienzo. Mientras se sentaba en la cama, sintió una mezcla de emoción y ansiedad. Había llegado el momento de dejar atrás todo lo que conocía, pero también la oportunidad de descubrir quién era realmente.
Con un suspiro, tomó su teléfono y miró la pantalla. Había un mensaje de Leo que le había llegado la noche anterior: "Siempre estaré aquí para ti. Tómate el tiempo que necesites". Aquellas palabras resonaron en su mente, llenándola de calidez y melancolía. A pesar de la distancia, se sentía conectada a él, y su beso en el café seguía vivo en su memoria, una chispa que no se apagaba.
Después de un ligero desayuno, Clara decidió dar un paseo, su mente llena de pensamientos sobre los nuevos desafíos que le esperaban. Las calles estaban llenas de vida: risas de niños jugando, parejas caminando de la mano, amigos compartiendo momentos, todo ello resonaba con una sensación de despedida. Era como si cada rincón de su ciudad estuviera susurrándole que este era su último día antes de partir.
Se detuvo en la galería de arte donde tantas veces se había sentido inspirada. Las obras que la rodeaban siempre contaban historias, y ahora era el momento de contar la suya. A medida que recorría los espacios, recordó cada risa compartida con Leo y cada beso furtivo con Daniel. El arte siempre había sido su refugio, y en ese instante, comprendió que llevaría esas memorias en su corazón mientras se embarcaba en su nueva aventura.
Mientras se sentaba en su rincón favorito, observó la luz del sol danzando sobre los colores de las pinturas. Un torrente de emociones la abrumó. Deseaba poder atesorar cada momento, cada suspiro, antes de que todo cambiara. Se dio cuenta de que debía despojarse del miedo que pesaba sobre ella. Este era un viaje de autodescubrimiento, una certeza que debía abrazar.
Al salir de la galería, Clara decidió visitar el parque donde solía encontrarse con Daniel. La nostalgia la envolvió, pero había una mezcla de alegría en el aire. Este lugar siempre había sido un refugio, un escenario de felicidad y conexión. Recordó las risas, las promesas, y esa chispa de deseo que se encendía cada vez que se veían.
Cuando llegó, no pudo evitar pensar en lo que se llevaría consigo. Más que sus pertenencias, Clara sabía que cargaba el amor y los recuerdos que había nutrido en aquel espacio. Se sentó en una banca, dejando que la brisa acariciara su rostro. Fue en ese momento, cuando el sol comenzaba a descender, que vio a Daniel acercándose.
Al verlo, su corazón dio un vuelco. Daniel llegó con una mirada cargada de emociones. Se sentaron juntos, y el silencio entre ellos estaba lleno de significados no expresados.
—Hola —dijo Clara, tratando de romper la tensión en el aire—. Este será el último amanecer en el que esté aquí, ¿verdad?
—Sí, creo que lo es —respondió Daniel, sus ojos fijos en ella—. ¿Estás lista para esto?
Clara asintió, pero el miedo y la incertidumbre llenaban el espacio entre ellas. —He estado pensando mucho... sobre nosotros, sobre lo que hemos compartido. No quiero que se pierda con la distancia —dijo, sintiendo la emoción empañar su voz.
Daniel tomó su mano, entrelazando sus dedos con suavidad. —Tú y yo sabemos que esto no es un adiós definitivo. Solo un... hasta luego, quizás —dijo, su voz temblando ligeramente. —Quiero que seas feliz, Clara. Y si eso significa irte a Miami, entonces debes hacerlo.
—Y tú, ¿serás feliz? —preguntó, sintiendo el nudo en la garganta—. A veces pienso que estoy dejando más de lo que puedo llevar conmigo.
—Tu felicidad siempre será importante para mí. Me duele verte ir, pero estoy aquí, apoyándote mientras sigues tu camino.
Clara lo miró a los ojos, capaces de transmitir una profundidad de emoción que la dejó sin aliento. —Te prometo que siempre te tendré presente, Daniel. No importa la distancia.
Y en ese instante, el deseo tomó protagonismo. Clara se inclinó hacia él, besándolo suavemente. Era un beso lleno de promesas, un símbolo de todo lo que habían vivido juntos. Ella quería llevarse ese momento, preservarlo en su memoria como un recuerdo cálido.
Al separarse, Daniel sonrió, pero en sus ojos había un destello de tristeza. —Siempre estaré aquí para ti —reiteró, y Clara sintió que esas palabras resonarían en su corazón mientras la vida continuaba.
Con una mezcla de alegría y melancolía, Clara supo que estaba lista para dejar su hogar, pero no sin llevar consigo las huellas de quienes habían dejado una impresión eterna en su alma. Mientras el sol se ponía en el horizonte, iluminando el cielo con tonos de naranja y rosa, Clara respiró hondo, reconociendo que antes de su partida, había tomado lo que más anhelaba: el amor, los sueños y la promesa de un futuro lleno de posibilidades.
Ese septiembre sería solo el inicio de una nueva etapa, una que Clara estaba dispuesta a enfrentar con valentía. Dejó el parque y, con el corazón liviano pero lleno de recuerdos, se adentró en lo desconocido, llevando consigo la esencia de lo que siempre había sido y la esperanza de lo que podría llegar a ser.
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Antes de Septiembre
RomanceEn un pequeño y pintoresco pueblo donde los inviernos son largos y las noches estrelladas invitan a la reflexión, se desarrolla un intenso triángulo amoroso que desafía el concepto del amor verdadero. Clara, una joven apasionada por la poesía, se en...